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COLUMNA

La voz del Obispo

2021, un año para crecer como familia, ciudadanos y cristianos

Que al final de este año podamos mirarnos al espejo y reconocer a una mejor persona.

10 enero, 2021
2021, un año para crecer como familia, ciudadanos y cristianos
Este año puede ser un buen momento para crecer en familia. Foto: Cathopic.

Participa cada lunes a las 21:00 horas (tiempo del centro de México) en La Voz del Obispo en Facebook Live.  Este lunes 11 de enero podrás conversar con el autor de este texto, Mons. Héctor Pérez. 

Comenzamos este 2021 con un panorama muy complejo para la mayoría de nosotros: los contagios han aumentado, los negocios están batallando, las familias están sufriendo, la ansiedad que provoca la incertidumbre y el aislamiento se hace presente de una u otra manera en todos. Además, hemos de prepararnos para un año difícil económicamente, y convulso políticamente por las elecciones.

Pero toda crisis nos sirve para crecer, y ésta no ha de ser la excepción. En este año las oportunidades se nos presentarán para crecer como familia, como ciudadanos y como cristianos. ¿Estaremos dispuestos a aceptar este reto?

El Papa Francisco nos ha animado a asumir esta crisis como un reto de crecimiento: “no podemos salir como los mismos cuando termine esta crisis”, nos ha repetido varias veces. Para ello nos propone un sueño: promover una fraternidad que permita amar a todo hermano, especialmente a los descartados por esta crisis. Y construir una amistad social que esté por encima de las diferencias que nos distinguen o las pretensiones de uniformidad que la globalización económica nos pretende imponer.

“Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos”. (FT 8)

Este objetivo nos refleja no sólo el sueño del papa Francisco, sino también su preocupación y su dolor por la división, el odio, la violencia, la guerra y el descarte de millones de personas que ya sufrían, y que ahora con la pandemia han sufrido más.

¿Será posible soñar un mundo diferente? ¿No parecería una sueño utópico que peca de optimismo? Sin embargo, más que un optimismo irreal, lo que mueve al Papa es la convicción más real que mueve a todo cristiano: sólo el amor es capaz de transformar el mundo; y todo ser humano es capaz de amar. Por eso afirmará: “Nadie madura ni alcanza su plenitud aislándose” (FT 95).

Con esta clave quisiera animarlos a crecer en estos tres ámbitos: el familiar, el político y el cristiano. Como familia podemos meditar en tantas cosas que nos ha enseñado esta pandemia: el tiempo que nos dedicamos, la atención que nos ponemos al escucharnos, la generosidad para cuidarnos unos a otros; la solidaridad para apoyarnos cuando lo necesitamos. ¿En qué crees que pudieras crecer para amar más a tu familia o para dejarte amar por ella?

Como ciudadanos enfrentaremos un gravísimo momento electoral: más de la mitad de los estados cambiarán de gobernador; casi todos los estados renovarán sus congresos locales, y todos los diputados federales serán renovados. Informarnos sobre su manera de pensar, investigar para conocer la verdad, estar atentos a quienes están verdaderamente comprometidos con la justicia, discernir qué gobernantes respetan la libertad y la autonomía de los demás. A estos puntos y muchos más tendremos que estar atentos en estos meses para crecer como ciudadanos y votar con responsabilidad a nuestros gobernantes.

Por último, y lo más importante, crecer como cristianos, como hijos del Padre y hermanos entre nosotros. No se puede crecer en la fraternidad, si no partimos del amor de Dios por nosotros. Este amor es el que nos libera para amar, nos capacita para perdonar y nos da esperanza que por encima de las dificultades. El Amor de Dios tendrá la última palabra.

Aprovechemos este año de crisis, para crecer. Que al final del 2021 podamos mirarnos al espejo y reconocer a una mejor persona, un mejor ciudadano, una mejor hermana/o, y sobre todo un hijo/a de Dios, que se sienta más cercano al amor del Padre.

 

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