Blasfemia olímpica
Al profanar la sacralidad de la "fuente y cumbre" de la vida cristiana contamina el mismo manantial de la salvación
Ordenado sacerdote para la Diócesis de Ciudad Juárez, México, el 8 de diciembre de 2000, tiene una licenciatura en Ciencias de la Comunicación (ITESM 1986). Estudió teología en Roma en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum y en el Instituto Juan Pablo II para Estudios del Matrimonio y la Familia. Actualmente es párroco de la Catedral de Ciudad Juárez, pertenece a los Caballeros de Colón y dirige el periódico www.presencia.digital
El insulto y la burla a Jesucristo se logró a escala planetaria en el muy bien orquestado plan de tintes masónicos durante la inauguración de los Juegos Olímpicos en París 2024. Las escenas fueron brutales, chocantes, ofensivas, no sólo para los 2,400 millones de cristianos, sino para un sinnúmero de asistentes que, perplejos, vieron el grado de degradación al que se llega cuando penetran las ideologías que niegan la naturaleza humana. Las escenas no fueron solamente una humillación y un desprecio a los cristianos, sino un propuesta política y teológica.
La reina decapitada
Una de las escenas que más llamaron la atención en el aquelarre de la ceremonia inaugural de los juegos olímpicos de París fue la aparición de la reina María Antonieta decapitada cantando el estribillo de una canción posterior a la Revolución Francesa en la que se pedía el linchamiento de la nobleza y del clero. Años después de la infame revolución, Víctor Hugo escribió “Noventa y tres”, una novela histórica sobre el año sangriento en que María Antonieta y Luis XVI fueron llevados a la guillotina. En dicha novela escribe estas frases:
«¿No queréis tener nobles? Pues bien, no los tendréis, pero vestíos de luto por su carencia porque ya no poseeréis paladines ni héroes. Despedíos de las grandezas antiguas. Como sois un pueblo degradado, tendréis que sufrir la violencia que se llama invasión. Si volviese Alarico, no hallará un Clodoveo que se le oponga. Si volviese Abderramán, no encontrará un Carlos Martel que le corte el paso. ¡Adelante! Continuad vuestra obra; sed hombres nuevos; empequeñeceos. Matad a los reyes, a los nobles, a los sacerdotes. Destruid, arruinad, destrozad las máximas antiguas; pisotead el trono, patead el altar, confundid a Dios, que ése es vuestro objetivo. Sois traidores y cobardes, incapaces de sacrificio y de abnegación».
La grotesca escena de la reina decapitada es la propuesta para desaparecer toda forma de gobierno monárquico, pues la monarquía está relacionada con el gobierno de Dios; mientras que las escenas de la parodia a la Última cena de Da Vinci y de burla a Jesucristo son la propuesta de una sociedad sin cristianismo y la deconstrucción del hombre. En una palabra hay que destruir todo lo divino y lo santo.
Francia ha terminado su antigua grandeza. El que fue un país maravilloso de grandes santos, reyes, escritores, arquitectos y músicos hoy es, 235 años después de su revolución, un pueblo degradado e invadido por otras culturas. Su mentalidad progresista lo está hundiendo en una cloaca, y hacia ese destino van también otros países europeos, a menos de que reaccionen para recuperar su religión y sus raíces.
Sacramentos LGBTQ
Hubo católicos quienes no reaccionaron con indignación al escándalo de París. Al contrario, tuvieron una resistencia muy moderada, nula, incluso favorable. El quijote de la ideología de género en la Iglesia, el jesuita James Martin, por ejemplo, evitó hacer comentarios y sólo reprodujo, en francés, el comunicado de los obispos galos.
Otras organizaciones católicas como Dignity USA y Red Católica Arcoíris México no dijeron nada. New Ways Ministry lanzó una crítica a los obispos que mostraron públicamente su indignación diciendo que Jesús hoy comería con drag queens y que los obispos que critican a los JJOO deberían hacer lo mismo. Todos estos grupos, que afirman las identidades LGBTQ, abogan por su plena aceptación en la vida sacramental de la Iglesia. El último artículo publicado en New Ways Ministry se llama “Cómo el orgullo por la discapacidad y el orgullo LGBTQ+ son una búsqueda unificada para el acceso a los sacramentos”.
Universidades católicas como Notre Dame, la Universidad de Loyola de Chicago y la Universidad de San Diego han organizado espectáculos drag. Georgetown celebra su baile anual de dragas. Tristemente no son pocos los católicos que piden la aceptación total de las prácticas homosexuales y el matrimonio igualitario. En países europeos y en Estados Unidos existen parroquias “gay friendly”, y hay sacerdotes y obispos que celebran con estolas y casullas arcoíris.
El espectáculo de drag queens de los juegos olímpicos no sólo representó una burla a Jesús y a la Eucaristía, sino que es la expresión de la propuesta teológica catolicismo progresista: acercar a todos a los sacramentos, en especial a la mesa eucarística donde Cristo es para todos y donde se proclama el triunfo del amor. En la mesa del Señor “love is love” y caben todas las identidades sexuales.
Ante todo esto no hay nadie más fascinado que el ángel caído. Al profanar la sacralidad de la “fuente y cumbre” de la vida cristiana contamina el mismo manantial de la salvación. Nuestro deber como Iglesia militante es defender la pureza del sacramento.
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