Ritual con ayahuasca, ¿por qué es peligroso?
Estas ceremonias ponen en peligro la espiritualidad de quienes recurren a ellas, pues conlleva una pérdida de su dignidad, lo que para un cristiano es un pecado.
Ordenado sacerdote para la Diócesis de Ciudad Juárez, México, el 8 de diciembre de 2000, tiene una licenciatura en Ciencias de la Comunicación (ITESM 1986). Estudió teología en Roma en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum y en el Instituto Juan Pablo II para Estudios del Matrimonio y la Familia. Actualmente es párroco de la Catedral de Ciudad Juárez, pertenece a los Caballeros de Colón y dirige el periódico www.presencia.digital
Están cobrando más popularidad en México, Estados Unidos y Europa. Las personas apartan su lugar con anticipación para vivir un viaje espiritual en grupo, guiadas por chamanes. Con el propósito de superar traumas del pasado, curar enfermedades, encontrarse consigo mismos, liberarse de odios, bloqueos y complejos, o querer entrar en las regiones más profundas del yo, a través de un ritual, los adeptos llegan a ingerir una bebida indígena llamada ayahuasca o yagé. El brebaje se compone de una mezcla de dos hierbas alucinógenas que utilizan algunos pueblos indígenas amazónicos de Brasil, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia.
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La infusión se toma en una ceremonia donde participan cinco o más personas –hasta cien– en lugares apartados y en entornos naturales. Aquí en Ciudad Juárez, por ejemplo, se busca hacer estos rituales en las dunas de Samalayuca. En un ritual dirigido por un brujo o chamán, las personas alteran su estado de conciencia que los lleva a tener visiones y cambios en la manera de percibir la realidad. Algo similar a lo que ocurría a muchos jipis cuando consumían LSD, famosa droga psicotrópica de los años 60. A muchas personas les produce vómitos y diarrea, pero los hechiceros defienden estas alteraciones interpretándolas como un proceso de limpieza emocional.
Conozco a algunas personas que han vivido las ceremonias de ayahuasca y han tenido experiencias distintas. Una chica con fuertes problemas emocionales proveniente de una familia completamente disfuncional cuenta que, para ella, la bebida fue una verdadera pesadilla. Si en el mundo real su vida ya tenía graves carencias afectivas, la ayahuasca la introdujo en un infierno lleno de horribles visiones y delirios. Otra persona me contó que haber bebido el potingue le provocó el efecto contrario y pudo ver la naturaleza como jamás la imaginó, con un esplendor y belleza fuera de serie; incluso creyó ver la divinidad. Evidentemente se trata de una falsa experiencia de Dios, pues Él no se manifiesta a través de las drogas; es, más bien, un escape a un paraíso artificial que no existe en la realidad.
Consumir ayahuasca tiene un doble peligro. En el plano físico puede causar cuadros psicóticos graves, incluso irreversibles, porque afecta la corteza del cerebro. Además puede provocar problemas mentales como la esquizofrenia o la bipolaridad. El segundo peligro es espiritual, lo que es peor, ya que se trata de una alteración del estado de conciencia de la persona, una pérdida de su dignidad, lo que para un cristiano es un pecado mortal. Además se trata de una ceremonia de religiones paganas hechas por brujos que rezan invocando espíritus de animales como el jaguar y el colibrí, espíritus de la naturaleza y de otras cosas, lo que es un pecado grave que traiciona el primer mandamiento, con la posibilidad de que fuerzas demoníacas ejerzan una acción extraordinaria sobre la persona.
Las personas que recurren a este tipo de prácticas donde se mezclan la drogadicción y la brujería son personas que buscan, en último término, la felicidad para sus vidas. Entienden la felicidad como una ausencia de tensiones y conflictos, y buscan de alguna manera, darle unidad y sentido a su existencia. También pueden querer escapar hacia falsos paraísos por una profunda insatisfacción y frustración que muchas veces se relaciona con la falta de sentido de su ser y quehacer en el mundo. Por eso buscan el placer sólo en sus aspectos físicos y psicológicos. Sin embargo cuando el placer se busca solamente por sí mismo, suele engendrar insatisfacción y empobrecimiento, porque la persona queda encerrada en ella misma.
Para los católicos el verdadero placer es tratar de vivir en armonía con los valores fundamentales de la vida: el amor a Dios y al prójimo; es el que se obtiene cuando la persona aprende a donarse. Un cristiano, aunque sabe disfrutar de los placeres legítimos que encuentra en la vida, se esfuerza para no quedar atrapado en ellos como si fueran fines en sí mismos, sino que conduce su vida hacia un bien superior y arduo, que es la plena posesión de Dios en la vida eterna a la que está destinado. La meditación asidua de la Palabra de Dios, la oración, los sacramentos, la comunidad y la caridad es el mejor coctel espiritual que podemos tomar asiduamente para vivir una vida plena, que nos lleva a Cristo, verdadero paraíso.
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Artículo publicado originalmente en el blog del P. Eduardo Hayen