No es mi problema
Te invito a no pensar que los problemas del mundo son para que alguien más los resuelva.
En un taller mecánico en el que trabajaban el dueño y cuatro empleados, un cliente se comunicó por la mañana para avisar que pasaría a recoger su auto a las cuatro de la tarde. El dueño abrió la ventana de su oficina y gritó: Oigan, a las cuatro viene el dueño del carro gris, hay que afinarlo. Y cerró la ventana.
A las cuatro, cuando se presentó el cliente, el auto no estaba reparado y comenzaron las discusiones. Todos escucharon la orden, pero todos pensaron que era para el otro. Cada uno tenía otras cosas que hacer, más importantes en apariencia, pero el resultado es que se falló y nadie se comprometió. Solamente hubo evasión.
En la sociedad se aprecian situaciones similares. Muchos piensan que los problemas de todos son solamente responsabilidad de algunos. Por poner un ejemplo, a todos les molesta la basura, pero pocos la recogen y toman acción. La lista de situaciones a las que debemos poner atención es muy amplia, pero parece ser más amplia la lista de pretextos para dejarles la responsabilidad a los demás.
Es decisión personal responsabilizarse y dejar la salida cómoda de echarle la culpa a los demás. Lo que Dios espera de ti es especial y de acuerdo a tus talentos. Si lo evades, de todas formas se te pedirán cuentas de ello.
Te invito a no pensar que los problemas del mundo son para que alguien más los resuelva, sino que te preguntes ante cada situación que enfrentes: ¿Qué es lo que esperaría Dios de mí en este caso?
De la respuesta y lo que hagas en consecuencia depende en mucho tu felicidad eterna.
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