Un paso a la vez
-A las ocho, Misa de graduación; a las nueve, Bautismo de un niño; a las diez, una Primera Comunión; a las once, Bautismo de otro niño; a las doce, Misa de Primera Comunión, la de los gemelos que confesó usted ayer…-¡Dios mío! –dije.¿Por qué hoy había preguntado a mi secretaria los compromisos de mañana? ¡Maldita […]
-A las ocho, Misa de graduación; a las nueve, Bautismo de un niño; a las diez, una Primera Comunión; a las once, Bautismo de otro niño; a las doce, Misa de Primera Comunión, la de los gemelos que confesó usted ayer…-¡Dios mío! –dije.
¿Por qué hoy había preguntado a mi secretaria los compromisos de mañana? ¡Maldita costumbre la mía de vivir anticipándome al presente!
-Prosiga, por favor.
-A la una, bautismos comunitarios; a las cinco, Misa de quince años; a las seis, boda de unos amigos suyos; a las siete y media la Misa de la comunidad… Tragué saliva. ¿Todo eso haría mañana? Cómo envidié a los que mañana estarían corriendo en el parque, o repantingados en su sillón viendo películas.
Cuenta Anselm Grün en un libro autobiográfico que una vez fue hospitalizado debido a un desmayo provocado por exceso de estrés. “Mis hermanos me enviaron al hospital mi propio libro Gesundheit als Geistliche Aufgabe (La salud como tarea espiritual). Me molestó un poco, pero luego noté que debía estar más atento a los leves impulsos de mi corazón”.
¡Qué ironía la de sus hermanos los monjes: enviarle el libro que él mismo había escrito para que lo leyera! “Es bueno no excederse –prosigue el benedictino alemán-. A partir de experiencias como ésta, he descubierto una manera maravillosa de afrontar alegremente los compromisos del día. Es un método muy sencillo que consiste en lo que yo llamaría ‘no adelantar vísperas’, y que significa vivir el momento sin anticipar nada”.
¿Y por qué no podría yo adoptar la misma táctica espiritual? A las ocho, Misa de graduación. Bien, la diré sin prisa y con elegancia, tratando de que los jóvenes egresados la vivan como un momento maravilloso, pues de hecho lo es.
Y mientras celebro la Misa a las ocho, me concentraré en ella de tal manera que no piense en el Bautismo de las nueve. Y en el Bautismo de las nueve, no pensaré en la Misa de diez. Y así sucesivamente. De lo que se trata es de hacer lo que se hace sin angustiarse por nada más. Una cosa a la vez, un paso por vez. Así se se llega lejos. De lo contrario, el camino parece demasiado largo y áspero.
El 7 de mayo de 1969 escribía en su diario Roger Schutz (1915-2005), Prior del monasterio ecuménico de Taizé: “El cuerpo no puede desplazarse como no sea obedeciendo a los pies, y éstos sólo pueden avanzar alternativamente uno después del otro. Si corre demasiado, el hombre jadea. Toda sobrecarga, toda carta que espera una respuesta, no tienen porque inquietarme. Un paso tras otro, un asunto tras otro”.
¡Sabia resolución! Todos los días amanece y anochece. Dios no nos da todos los años de nuestra vida de un solo golpe –de sopetón, como se dice-, sino que nos lo da de uno por uno. Primero el domingo y después el lunes. De otra manera, nos volveríamos locos.
“A cada día le basta su propio afán” (Mateo 6, 34), dijo un día Jesús a sus discípulos. Y a cada hora también. Vivir según el prudente método de “no adelantar vísperas” es obrar como Dios, que no nos adelanta los días, sino que nos los da a vivir de uno por vez.
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