Atrios de la seguridad
Ciudades como Londres, Nueva York o Sao Paulo ya han consolidado modelos mixtos de videovigilancia, donde el sector privado se convierte en corresponsable de la seguridad
Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).
La paz transita por vías inéditas y se construye desde el interior, en la intervención de comunidades corresponsables, en la convergencia eficaz entre actores públicos, empresariales, eclesiales y comunitarios.
No basta con estrategias verticales ni con despliegues reactivos, el sentido de protección surge de la capacidad de articular redes humanas, tecnológicas y morales que se reconocen como parte de un mismo espacio compartido.
Ese cruce aparece en la reciente alianza entre el Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5) y la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD). Una muestra de disposición empresarial para contribuir con el bienestar colectivo.
Bajo este convenio se incorporan las cámaras de cinco mil establecimientos afiliados a la asociación presidida por Diego Cosío Barto, al sistema de 83 mil 414 dispositivos que ya opera en la capital. Se trata de una decisión que permite ver más, pero también de un acto de observar de manera diferente.
Ciudades como Londres, Nueva York o Sao Paulo ya han consolidado estos modelos mixtos de videovigilancia, donde el sector privado se convierte en corresponsable de la seguridad urbana. Lejos de representar una delegación del deber estatal, esta colaboración civil-institucional fortalece al Estado en su rol de garante del orden, al tiempo que proyecta una nueva dimensión de responsabilidad empresarial: la del cuidado del entorno, empatía territorial y solidaridad vecinal.
En esa dinámica, la Iglesia ha asumido un rol central respecto a la construcción de la seguridad y en el terreno de la reconciliación social, como lo tuvieron en su momento los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín César Mora, asesinados hace tres años, junto con el guía de turistas Pedro Heliodoro, en el templo de Cerocahui, en el municipio de Urique dentro de la Sierra Tarahumara, en Chihuahua.
La Conferencia del Episcopado Mexicano ha convocado a sus Obispos a abrir los atrios como punto de entrega segura de armas, municiones y explosivos. Estrategia que contribuye a la prevención de la violencia y ayuda a la disminución en delitos relacionados con armas de fuego.
El programa “Sí al Desarme, Sí a la Paz”, impulsado a nivel nacional por la Presidenta Claudia Sheinbaum y en la CDMX por la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, encontró en la Basílica de Guadalupe un punto de partida y en la autoridad eclesiástica un respaldo para el canje voluntario de armas.
Estas acciones representan dos caras de una misma moneda: el compromiso ciudadano. La oportunidad de crear entornos seguros no reposa únicamente en servidores públicos o en protocolos técnicos. Requiere una arquitectura participativa.
El ejemplo de la videovigilancia privada y el desarme voluntario, del cual participan organismos civiles como el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia, define un nuevo paradigma: construir confianza y corresponsabilidad desde lugares accesibles, cercanos, significativos. Son los atrios de la seguridad.
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