Cuaresma para la esperanza
Quizá digas que nada puedes hacer para revertir los problemas nacionales e internacionales; pero la esperanza familiar y social depende también de ti
HECHOS
Este miércoles, empezamos la Cuaresma, cuarenta días de preparación para la celebración central del cristianismo, la muerte y resurrección de Jesús. Su finalidad es purificarnos de cuanto nos impida resucitar con el Señor a una vida nueva. Esto implica morir a fallas y pecados que cada quien podamos tener. Todos queremos que haya una primavera de paz, de justicia, verdad y amor, en nuestras familias y comunidades, así como en todo el mundo; pero esto, ¿de quién depende? De gobernantes y de otras instancias, ciertamente; pero también de nosotros. Tú y yo hemos de hacer lo que nos toca, ser sembradores de esperanza, y no dejar todo al gobierno, ni culpar sólo a los demás, sino asumir nuestra propia responsabilidad en los cambios que anhelamos.
El nuevo Presidente de los Estados Unidos se siente dueño del mundo y, con sus arranques, intenta incidir en todo, teniendo en su mente y corazón principalmente el mayor bienestar económico de su país. Impone aranceles sin diálogos previos con los afectados; amenaza y humilla a quien no se le arrodilla; expulsa a cuanto migrante sea posible; ¿hay una esperanza de controlarlo? Todos pedimos que se acabe la invasión de Rusia a Ucrania, que haya acuerdos de paz en Medio Oriente, que en Haití, Nicaragua y
Venezuela haya respeto y armonía social; ¿de quién depende que estos sueños se materialicen? Hemos denunciado la extorsión y la inseguridad que sufren nuestros pueblos; hemos informado de todo esto a quien corresponde vigilar los derechos de los ciudadanos; pero los problemas subsisten; ¿no hay esperanza?
He atendido a personas con cáncer y a otros enfermos; he escuchado a esposas que sufren un machismo persistente; me han pedido intervenir en conflictos entre estudiantes de una institución educativa; he compartido la pena de quienes han sufrido abusos en su infancia, de quienes no encuentran trabajo, de quienes tienen diversos problemas. ¿Hay esperanza? ¿De quiénes depende que estas situaciones cambien?
ILUMINACION
El Papa Francisco, con quien compartimos la preocupación por su salud, escribió su tradicional mensaje para esta Cuaresma, que tituló Caminemos juntos en la esperanza, precisamente para alentarnos en esta virtud; pero nos indica que esto depende también de nosotros.
“El lema del Jubileo, ‘Peregrinos de esperanza’, evoca el largo viaje del pueblo de Israel hacia la tierra prometida. No podemos recordar el éxodo bíblico sin pensar en tantos hermanos y hermanas que hoy huyen de situaciones de miseria y de violencia, buscando una vida mejor para ellos y sus seres queridos. Surge aquí una llamada a la conversión.
Cada uno puede preguntarse: ¿cómo me dejo interpelar por esta condición? ¿Estoy realmente en camino o un poco paralizado, estático, con miedo y falta de esperanza; o satisfecho en mi zona de confort? ¿Busco caminos de liberación de las situaciones de pecado y falta de dignidad? Sería un buen ejercicio cuaresmal confrontarse con la realidad concreta de algún inmigrante o peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que Dios nos pide, para ser mejores caminantes hacia la casa del Padre. Este es un buen examen.
Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios; significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia. Preguntémonos ante el Señor si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos.
Debemos preguntarnos: ¿poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla? ¿Vivo concretamente la esperanza que me ayuda a leer los acontecimientos de la historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás?”.
ACCIONES
¿Qué puedes hacer para que esta Cuaresma sea un camino primaveral para tu persona, para tu familia y para la comunidad? Está muy bien que ofrezcas algún sacrificio corporal, abstenerte de algunos alimentos o bebidas, pero también decide qué hacer para que algunas situaciones personales, familiares o comunitarias se transformen, y seas constructor de paz, de justicia y fraternidad. Quizá digas que nada puedes hacer para revertir los problemas nacionales e internacionales; pero la esperanza familiar y social
depende también de ti. ¿Tú eres esperanza, u obstáculo para lograrla?