“Nos desnudaron con IA”: el caso en Zacatecas que revela la nueva violencia sexual digital

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COLUMNA

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“Nos desnudaron con IA”: el caso en Zacatecas que revela la nueva violencia sexual digital

En Zacatecas, cientos de estudiantes fueron desnudados con IA . Es la nueva cara de la violencia sexual.

13 noviembre, 2025
“Nos desnudaron con IA”: el caso en Zacatecas que revela la nueva violencia sexual digital
El sufrimiento de las víctimas es real: familias de Zacatecas relatan insomnio, ansiedad y miedo. Foto: Especial
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Sacerdote de la Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico. Actualmente cursa estudios doctorales en la Pontificia Academia Alfonsiana de Roma en teología moral. Es Licenciado en Teología Moral por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y Maestría en Bioética por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma y estudios de investigación en el Edmund D. Pellegrino Center for Clinical Bioethics de Georgetown University en Washington D.C. Graduado de Maestría (MDiv.) en teología por el Centro de Estudios Dominicos del Caribe en Puerto Rico (Bachillerato en teología por la Pontificia Universidad Angelicum de Roma) y Bachillerato en Artes y Humanidades con concentración en filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico. Ha desempeñado sus labores pastorales como sacerdote en la Arquidiócesis de San Juan como administrador de la parroquia Santa María de los Ángeles, rector interino del Seminario Mayor Arquidiocesano, profesor de filosofía y ética en la Universidad de Central de Bayamón en Puerto Rico, además de ser profesor de teología moral, ha desarrollado actividades de presentador en diversas conferencias en temas de teología moral, bioética, neuroética, neurociencias, ética de la inteligencia artificial y promoción de espacios seguros y protección de menores y personas vulnerables contra los abusos. 

I. Un caso estremecedor

“Nos quitaron la ropa con IA. A todos nos subieron desnudos, como si estuviéramos posando para páginas de pornografía”.

Imagina recibir esas imágenes de tus hijos. El dolor sería inmenso, sobre todo al descubrir la negligencia de quienes debían protegerlos. Así lo denuncian familias de una secundaria en Zacatecas, México, donde cerca de 400 estudiantes fueron víctimas del robo de su identidad digital. Fotografías tomadas en la escuela fueron manipuladas con IA y colocadas en contextos sexuales ficticios. El presunto responsable, un alumno de 14 años, habría creado un catálogo con nombres y grados de sus compañeros. Más allá del hecho puntual, esto revela una mutación de la violencia sexual en la era digital.

II. Una epidemia global de violencia sintética

Los deepfakes —imágenes o videos creados mediante IA— se han vuelto herramientas para fabricar pornografía no consentida. El informe State of Deepfakes 2023 señala que el 96 % del contenido generado con estas tecnologías es sexual y que el 99 % de las víctimas son mujeres. El experto en ciberseguridad Colm Gannon advierte de un aumento mundial de más del 1,325 % de material con menores generado por IA. Zacatecas no es una excepción: en Almendralejo (España, 2024), quince adolescentes fueron declarados culpables y varios padres multados. Los patrones se repiten: contexto escolar, víctimas menores, herramientas gratuitas y redes sociales como amplificadores.

III. Cómo se gesta esta patología social

1. Masificación digital

Muchos padres entregan un teléfono a sus hijos y suponen que, por ser «nativos digitales», sabrán usarlo con criterio. Unicef España (2025) reveló que más de la mitad de los niños de primaria tiene celular con internet y el 92 % de los adolescentes del bachillerato. Cuatro de cada diez duermen con él. El móvil se convierte en un niñero algorítmico sin conciencia, diseñado para mantenerlos conectados, no para cuidarlos. Ese flujo constante de estímulos —scroll infinito, dopamina y aparente libertad— no educa.

2. La pornificación cultural

Muchos menores se exponen a la pornografía antes de los 10 años, a menudo sin buscarla. Uno de cada cinco desarrolla un consumo problemático. Este material fomenta la violencia sexual, el sexting —envío de material sexual— y el grooming —el acoso de adultos a menores en línea—. La exposición precoz distorsiona la percepción del cuerpo, del deseo y del consentimiento: el cerebro aprende que la violencia forma parte del placer.

3. El espejismo de lo digital

La idea de que «si es virtual, no hace daño» es falsa. El sufrimiento de las víctimas es real: familias de Zacatecas relatan insomnio, ansiedad y miedo. Ese mismo espejismo se repite en juegos en línea y redes sociales cuyos algoritmos, como advierte Global Witness, pueden dirigir a menores hacia contenido sexual.

4. La industria de la personalización

Ya no solo se consume pornografía: se fabrica. Basta un rostro y una instrucción para crear una escena falsa. La frontera entre espectador y productor desaparece, y la agresión se vuelve personal y concreta

IV. Perspectiva clínica y teológico-moral

El psiquiatra Otto Kernberg describe en estos agresores déficit de empatía, cosificación del otro y disociación entre la acción técnica y sus consecuencias humanas. La neurociencia recuerda que la corteza prefrontal —sede del juicio moral— madura hacia los 25 años. El adolescente maneja un poder tecnológico que excede su capacidad de prever el daño. Eso no lo exime, pero exige una respuesta educativa integral: muchos agresores son también víctimas de una cultura sin límites.

Desde la teología moral, esta violencia rompe tres pilares:

  • La dignidad humana, al reducir a la persona a imagen manipulable.
  • La justicia estructural, al perpetuar la explotación bajo una nueva máscara tecnológica.
  • La relación con Dios, al convertir el poder técnico en criterio moral.

Como recordó el Papa León XIV, la IA es «una prueba moral para la humanidad… su desarrollo solo será humano si mejora las relaciones entre las personas y no sustituye la relación viva que nos hace semejantes a Dios».

V. Reparar el daño

  • Despertar la conciencia. Crear o compartir contenido sexual sintético sin consentimiento es violencia sexual. No hay diferencia moral entre violar un cuerpo y profanar una imagen.
  • Educar en vulnerabilidad digital. Enseñar desde la infancia el valor del cuerpo y del consentimiento. Acompañar el uso de la tecnología con diálogo, no con miedo. Recordar que cada foto compartida puede ser manipulada.
  • Romper el encubrimiento. Las escuelas deben tener protocolos claros de denuncia y apoyo. Encubrir social y pastoralmente es es prolongar el daño.
  • Una Iglesia profética. La fe no puede callar ante esta nueva forma de esclavitud. El Papa León XIV exhorta a los desarrolladores de IA a actuar «con valentía y honestidad, poniendo al ser humano en el centro y cultivando el discernimiento moral».
  • Acción social y legal. Urge tipificar penalmente la producción de deepfakes sexuales, exigir responsabilidad a las plataformas y promover campañas de sensibilización y reparación.
  • Recuperar la esperanza. La tecnología puede servir para educar y proteger. El problema no es la IA, sino el uso que se hace de ella. La ética, no el algoritmo, debe marcar el rumbo.

VI. Humanidad a prueba

Los jóvenes de Zacatecas —y tantos otros en el mundo— nos recuerdan que la dignidad humana no puede digitalizarse. O construimos una algorética basada en el respeto a cada persona, o aceptamos una cultura donde la violación puede fabricarse y consumirse sin culpa. El Papa León XIV advierte: «la tecnología, cuando se aparta del bien común, se vuelve contra el hombre…la IA no es solo una revolución técnica, sino un examen de conciencia colectivo». El Evangelio pregunta con fuerza renovada: ¿Somos guardianes de nuestros hermanos también en el mundo digital?

El tiempo de callar terminó. Ahora toca proteger, educar y reparar.


Autor

Sacerdote de la Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico. Actualmente cursa estudios doctorales en la Pontificia Academia Alfonsiana de Roma en teología moral. Es Licenciado en Teología Moral por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y Maestría en Bioética por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma y estudios de investigación en el Edmund D. Pellegrino Center for Clinical Bioethics de Georgetown University en Washington D.C. Graduado de Maestría (MDiv.) en teología por el Centro de Estudios Dominicos del Caribe en Puerto Rico (Bachillerato en teología por la Pontificia Universidad Angelicum de Roma) y Bachillerato en Artes y Humanidades con concentración en filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico. Ha desempeñado sus labores pastorales como sacerdote en la Arquidiócesis de San Juan como administrador de la parroquia Santa María de los Ángeles, rector interino del Seminario Mayor Arquidiocesano, profesor de filosofía y ética en la Universidad de Central de Bayamón en Puerto Rico, además de ser profesor de teología moral, ha desarrollado actividades de presentador en diversas conferencias en temas de teología moral, bioética, neuroética, neurociencias, ética de la inteligencia artificial y promoción de espacios seguros y protección de menores y personas vulnerables contra los abusos.