Valorar lo público
Las encíclicas Laudato Si’ y Fratelli tutti penetraron millones de corazones, con gran fuerza, han tomado la estrategia de valorar lo público. Las redes sociales han sido importantes.
Se suele decir que la ciudad que habitamos es nuestra “segunda piel”. Si de verdad lo comprendiéramos, haríamos más por cuidarla, embellecerla y evitar que factores externos la dañaran, exactamente igual que lo hacemos con nuestra piel corporal.
“Dejar de valorar lo público aboca a no entender por qué hemos de valorar más la ley -el bien público por excelencia- que la fuerza”, escribió Tony Judt. Valorar lo público es privilegiar el bien común por encima de los bienes individuales. Nuestras ciudades son el espejo de la anti-valoración de lo público. Tenemos leyes en lo urbano, lo ambiental, la movilidad o el cuidado del patrimonio cultural, artístico y tradicional.
Pero a la menor provocación, nos olvidamos de ellas. Necesitamos la fuerza para cumplirlas, o el temor al castigo. No todo está perdido. Hay un movimiento mundial -en muchos aspectos liderado por el Papa Francisco- para generar convivencia pacífica mediante el cuidado de la casa común y, por consiguiente, el cuidado de nuestras ciudades.
Las encíclicas Laudato Si’ y Fratelli tutti penetraron millones de corazones, especialmente de los jóvenes, y ellos, sin alharaca, con gran fuerza, han tomado la estrategia de valorar lo público. Las redes sociales han sido importantes.
Gracias a ellas podemos “viralizar” buenas prácticas de ciudades y personas en todo el planeta. En esto no hay ideologías: hay una necesidad, arraigada en cada uno de nosotros, de vivir a la manera en que lo decía aquella canción del rockero español Miguel Ríos: “Todo a pulmón”.
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