Fantasmagoría
Corría junio de aquél año fatídico 2020. El Covid hacía estragos. Era una de las dos epidemias que sufría México. La otra, la de la violencia, el secuestro y la desaparición de personas
Corría junio de aquél año fatídico 2020. El Covid hacía estragos. Era una de las dos epidemias que sufría México. La otra, la que sigue, la de la violencia, el secuestro y la desaparición de personas (amargo fruto de los “abrazos”) se había cobrado una víctima más: Manuel Bayo Gisbert, quien, junto con un compañero, filmaban una cinta experimental cerca de Parras.
Su familia pagó el rescate y él sobrevivió a la experiencia dolorosa de aquella noche (1,500 dólares). Un caso raro. Hay, según cifras oficiales, 116,000 “desaparecidos”, cientos de miles desde que Manuel y su amigo fueron “levantados” (que estúpido eufemismo). El dolor lo transformó.
Como dice Jacqueline Bates, directora de Fotografía en la sección de Opinión de The New York Times, “incapaz de deshacerse de los fantasmas de la noche de su secuestro, salió a tomar fotos y entrevistar a familiares que han perdido a sus seres amados por los cárteles y la violencia auspiciada por el gobierno”.
El mismo periódico presenta, en su edición digital del 8 de mayo de 2024, el testimonio resumido de más de 200 entrevistas que Manuel ha realizado, junto con fotos sobrecogedoras en las que se sienten las sombras de los fantasmas, de seres queridos que no han vuelto.
Veo a Miguel Ángel. Está de espaldas, sin camisa. Tiene siete tatuajes. Representan a los siete hermanos. Cuatro “desaparecidos”.
Lleva diez años buscándolos en el único lugar donde puede encontrarlos: en cementerios clandestinos.
Al fondo una pared de azul celeste. Una cama pequeña. Y encima de ella un recorte de la cara de la Virgen de Fátima. Dos cruces de palma, pequeñas. Una sobre el rostro de la Virgen, otra al lado. Desolación espantosa. Cuatro sombras rondan el cuarto; 116,000 rondan por todos los rincones del país. La fantasmagoría del fracaso del Estado.
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