El consentido
Cuatro hermanos se reunieron después de años. La vida los había alejado físicamente, llevándolos a diferentes ciudades. Habían triunfado, al grado que les era difícil hacer coincidir las agendas por sus ocupaciones, pero se dio la oportunidad y allí estaban, reunidos en un pequeño hotel vacacional, para regalarse un fin de semana como desde hacía […]
Cuatro hermanos se reunieron después de años. La vida los había alejado físicamente, llevándolos a diferentes ciudades. Habían triunfado, al grado que les era difícil hacer coincidir las agendas por sus ocupaciones, pero se dio la oportunidad y allí estaban, reunidos en un pequeño hotel vacacional, para regalarse un fin de semana como desde hacía mucho no lo habían hecho. Los recuerdos fluían, unos recordaban ciertos detalles que otros habían olvidado, pero al escucharlos volvían a vivirlos y disfrutarlos.
Al segundo día, uno de pidió turno para comentar algo que le lastimaba. Los demás lo vieron y esperaron. Comenzó por decirles que se sentía mal por haber sido el consentido de sus padres. Por un lado, había gozado del tener la preferencia, pero por otro, le dolía por haber acaparado el amor en mayor medida que a sus tres hermanos, y ahora que convivía con ellos, le había resurgido el pensamiento.
-Estás equivocado -interrumpió uno-, si alguien fue el consentido, fui yo.
–Los dos se equivocan -objetó el tercero-. El consentido fui yo.
El cuarto los miró sonriendo y les dijo: Yo sé que tuvimos unos excelentes padres, pero ahora lo confirmo. Porque yo también siempre me sentí el consentido. Mis papás siempre se dieron el tiempo para escucharme y hacerme sentir amado. Escuchándolos, sé que ustedes se sintieron igual. Creo que en lugar de pedirnos perdón, es el momento de agradecer los padres que tuvimos, que nos amaron tanto que nos hicieron sentir a cada uno de nosotros el consentido.
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