Llamados a lo extraordinario
Jesús insiste a sus discípulos que no se contenten con comportarse como paganos o publicanos, están llamados a lo extraordinario.
Lectura del Santo Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? (Lc. 6, 27-34).
Llamados a lo extraordinario
En el evangelio de este domingo Nuestro Señor continúa un discurso en la llanura que inició con cuatro bienaventuranzas y cuatro ayes, los cuales sirven como introducción a la proclamación de un estilo de vida “extraordinario” donde los pobres son dichosos y los ricos son dignos de compasión.
Estas declaraciones son ilógicas más no irracionales y la lógica está incluida en lo que sigue a la bienaventuranza: “porque de ustedes es el Reino de los Cielos” para la bienaventuranza o “porque ya recibieron su paga” para el ay. Pero un aspecto de lo extraordinario del modo de vivir que pide Jesús a sus discípulos tiene un antecedente interesante que debemos tener en cuenta. Dios, en el Antiguo Testamento le dice a su pueblo que lo ha escogido de entre los otros pueblos para que fuera su propiedad (Dt 7,6) y en este mismo contexto Dios ocupa “tú eres un pueblo santo”.
La santidad es una característica divina, Dios es tres veces santo (Is 6,3), por lo tanto, es el Santísimo. Pero ha tenido a bien comunicar esta característica a su pueblo Israel como lo dice el Deuteronomio, a ningún otro pueblo le ha concedido este don. Por razón de que Israel es un pueblo santo debe observar una serie de conductas consideradas extraordinarias o incomprensibles como los descansos cada sábado, las normas especiales sobre lo permitido comer y no comer, la prohibición de casarse con hombres o mujeres de otros pueblos etc.
A lo largo de la historia del pueblo de Israel ha habido múltiples movimientos contrarios a las costumbres de santidad que Dios prescribió y que están contenidas sobre todo en el libro de Levítico (Lv 19,1-22,33). Una de ellas incluso narrada en los libros de los Macabeos, donde se nos narra que algunos judíos infieles a sus tradiciones pidieron permiso al gobernador griego para comportarse como los paganos (1Mac 1,12-15). El sentido de la santidad no era solamente moral, sino también teológico. Dios hace a sus hijos un signo de pertenencia y de presencia de Dios en este mundo.
En el evangelio de hoy, Jesús insiste a sus discípulos que no se contenten con comportarse como paganos o publicanos, están llamados a lo extraordinario, es decir, a hacer cosas que hacen patente el poder de Dios en este mundo, que quebranta los procesos de odio y violencia a través de la generosidad y la bondad confiadas en la Providencia de Dios.