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COLUMNA

Cultura Bíblica

Evangelio del día 25 agosto 2024: “Yo soy el pan de vida”

Más duro, entonces que “comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo” sería aceptar que Él era Hijo unigénito de Dios

23 agosto, 2024

Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro. ¿Quién puede hacerle caso?”.

 

Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: “¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen”.

Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?”.

Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”.

Palabra del Señor.

“Yo soy el pan de vida”

Como es común en el evangelio de San Juan cuando Jesús habla con los judíos o con personas que no creían verdaderamente en Él, hemos llegado al punto de una discusión. El discurso del pan de vida en la sinagoga de Cafarnaúm llegó a su fin y comienza un diálogo ríspido.

Los oyentes acusan a Jesús de pronunciar un discurso intolerable ¿A qué se referían? a afirmaciones como esta: “yo soy el pan de vida, el que come mi sangre y bebe mi sangre no morirá para siempre”, “si ustedes no comen mi carne y no beben mi sangre no tendrán vida en ustedes”.

Es cierto que este tipo de afirmaciones no podían interpretarse a la letra. Nos llama la atención particularmente la respuesta de Jesús: ¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería, si vieran subir al hijo del hombre a donde estaba antes? Jesús califica de escandaloso a la forma en que reaccionaron las personas.

Ellos no se mostraban solamente sorprendidos de las palabras, sino realmente ofendidos, decepcionados y, como realmente sucedió después, tentados de abandonar el seguimiento de Jesús.

Ciertamente no habían interpretado las palabras del Señor como una blasfemia porque hubieran intentado apedrearlo, como sí lo intentaron en Jerusalén en otra ocasión (cfr. Jn 8,58-59), o hubieran rasgado sus vestiduras, como hizo Caifás al responderle Jesús que era el hijo de Dios (cfr. Mc 14,63).

La siguiente parte de la respuesta de Jesús, sin embargo pone de manifiesto su origen divino, a saber, ¿Qué sería si vieran subir al hijo del hombre a donde estaba antes?”.

Más adelante en el evangelio de San Juan los oyentes entendieron que Jesús se consideraba mayor a Abrahán (Jn 8,57-58), Jesús es, ha existido aún antes que Abrahán fuera. “Ver subir al hijo del hombre” se puede entonces entender del regreso del Hijo al seno del Padre, como se los anunció a los discípulos en la última cena (Jn 14,28).

Más duro, entonces que “comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo” sería aceptar que Él era Hijo unigénito de Dios.

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