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El simbolismo de la vista

2 marzo, 2019

Lectura del Santo Evangelio

En aquel tiempo, Jesús propuso a sus discípulos este ejemplo: “¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘¿Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo’, si no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano.

No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos.

Cada árbol se conoce por sus frutos… (Lc. 6,39-45).

El simbolismo de la vista

El día de hoy continuamos leyendo el discurso de Nuestro Señor Jesucristo en la llanura. Recordemos que inició con las bienaventuranzas y los ayes (Lc 6,20-26); siguió con algunas prescripciones sobre el amor a los enemigos (Lc 6,27-36). Ahora continuará con enseñanzas sobre la conducción fraterna.

El evangelista nos señala que Jesús continuó su discurso con una parábola que habla sobre la posibilidad de que un ciego conduzca a otro ciego. En el Antiguo Testamento los ojos juegan un papel muy importante desde el plano simbólico. En primer lugar, pueden simbolizar el medio por el que alguien expresa sentimientos: “Noé halló gracia a los ojos de Dios” (Gn 6,8) quiere decir que Dios tuvo benevolencia con Noé.



En el caso de un hombre y una mujer quiere decir que se gustaron entre sí. También los ojos expresan el rechazo de alguien o algo, como cuando Dios no miró la ofrenda de Caín (Gn 4,5). Pero en la literatura sapiencial, el ojo es la sede del conocimiento.

El libro de Qohelet también conocido como Eclesiastés o el Predicador, al inicio de sus reflexiones da gran importancia al ejercicio de la vista con expresiones como estas: “He observado todo lo que sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad” (Qo 1,14); “nada negué a mis ojos de cuanto me pedían” (Qo 2,10); “el sabio tiene sus ojos abiertos, pero el necio camina en tinieblas” (Qo 2,14).

En especial esta última frase nos ayuda a comprender la comparación de Jesús: “un ciego” sería igual a un hombre necio, no puede guiar a otro necio. Pero la enseñanza de Jesús no se orienta a sacar a las personas de la ignorancia, sino a sacar a las personas de la maldad.

En este punto hay una diferencia con respecto al libro del Eclesiastés del Antiguo Testamento porque el sabio se dedica a conocer. Por supuesto que valora su conocimiento, pero Jesús supone que se adquiere una visión sana cuando uno mismo mira en su interior cuáles son las “vigas que hay que sacar” antes de quererle sacar las “pajas” a los ojos de los demás.

La última de las comparaciones que vemos hoy toma el simbolismo de los frutos buenos y malos reafirmando que Jesús propone el acento del conocimiento como el camino para hacer buenas acciones, representado por “dar buenos frutos”. Por último, Jesús aplica un valor especial a las palabras buenas como manifestación de aquello que más bulle en el corazón.





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