¿El número de diez leprosos tiene alguna significación especial?
Podemos pensar que el evangelista resalta el regreso de uno entre los otros nueve, y este era extranjero. Jesús ofrece la salud a todo hombre sin distinción de raza o pertenencia
El relato de este día dice que Jesús sanó a diez leprosos. En otros relatos sana el Señor solamente a una
o dos personas ¿El número de diez leprosos tiene alguna significación especial? ¿Refleja mayor poder?
Este domingo encontramos dentro de la sección del evangelio de San Lucas dedicado a la subida a
Jerusalén un relato de milagro. Los relatos de milagros y los de liberaciones demoniacas son más
abundantes en la sección del evangelio ejercida en Galilea. A propósito de las curaciones de leprosos,
encontramos que Jesús sanó a un leproso como uno de sus primeros milagros narrados en el evangelio
de san Marcos (Mc 1,40-42).
En ese relato se trata de una sola persona por el camino en el entorno de Cafarnaum. El evangelista pone el acento en la reacción del Señor ante la petición del leproso, en efecto dice: “Jesús se conmovió”, “tocando al enfermo le dijo: ‘Quiero, queda sano’”.
En cambio, en el relato de hoy Jesús se encuentra entre Galilea y Samaría rumbo a Jerusalén. No se trata de un solo leproso sino de diez y al menos uno de ellos era samaritano, considerado por Jesús como un
extranjero.
Lo primero que podemos investigar es el uso que hace san Lucas de los grupos de diez
personas en su evangelio. En la parábola de la dracma perdida, el total de monedas que la mujer tenía
eran diez (Lc 15,8).
En la parábola de los diez sirvientes. El más productivo generó diez veces lo que recibió y se le puso al frente de diez ciudades (Lc 19,13-25; cfr. Mt 25,28), posteriormente se le entregó el millón confiado al más perezoso. San Mateo propone una parábola con diez vírgenes como protagonistas, cinco resultan previsoras y cinco imprudentes (Mt 25,1-13).
A partir de estos antecedentes podemos pensar que el evangelista resalta el regreso de uno entre los otros nueve, y este era extranjero. Jesús ofrece la salud a todo hombre sin distinción de raza o pertenencia. La persona, sin embargo, implica en este acto de sanación su fe. Así lo hizo ver Jesús al decirle: “vete en paz tu fe te ha salvado”.