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COLUMNA

Convicciones

Javier Campos Morales, S.J.

El sacerdote jesuita hablaba el rarámuri y tenía un profundo conocimiento de esta cultura. De manera constante viajó y caminó por la sierra Tarahumara a la que conocía como pocos

21 julio, 2024
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Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político. 

El 20 de junio de 2022, dentro de la iglesia de Cerocahui, municipio de Urique, en la sierra Tarahumara en Chihuahua, fueron asesinados los padres jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar.

En junio de 1969, Javier, a quien decían El Gallo, en la misión de Chinatú, en la sierra Tarahumara, terminó sus dos años de magisterio, cuarta etapa de la formación jesuita, para regresar a la Ciudad de México y comenzar sus estudios de teología, la quinta etapa.

Yo había terminado los dos años del Juniorado, la segunda etapa, en Puente Grande, Jalisco y antes de iniciar los estudios de filosofía, la tercera etapa, en la Ciudad de México, me enviaron a la misión de Chinatú, por dos meses.

Junto con Carlos Reynoso, otro junior, íbamos a suplir a los maestrillos mientras llegaban los nuevos y hacer otras tareas en la misión. Ahí me encontré con Javier y con Armando Alvarado, El Cabezón, otro maestrillo.

En septiembre de 1969 en San Ángel, en el filosofado y teologado de la Provincia de la Compañía de Jesús en México, Javier inició la teología y yo la filosofía. Ahí nos volvimos a encontrar.

Javier nació el 13 de febrero de 1943 en la Ciudad de México. Durante su niñez y adolescencia vivió en Monterrey, Nuevo León y en el bachillerato ingresó al Instituto de Ciencias en Guadalajara, Jalisco, colegio de los jesuitas.

El 14 de agosto de 1959, a los 16 años, entra al noviciado de la Provincia Sur de la Compañía de Jesús en Puente Grande, Jalisco. Después de hacer votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia ahí mismo inicia el juniorado.

Al término de estos viene a la Ciudad de México a realizar sus estudios de filosofía, de 1963 a 1966, y luego va a Chinatú a hacer sus dos años de magisterio. En 1969 regresa a la Ciudad de México, para comenzar sus estudios de teología. Se ordena sacerdote el 8 de julio de 1972 y realiza el cuarto año de teología ya ordenado.

Al término de estos estudios, sus superiores lo envían a la sierra Tarahumara donde de 1974 a 1983, en Norogachi, se desempeña como superior local y vicario pastoral y episcopal. En ese mismo tiempo es párroco de Guachochi.

De 1987 a 1999 es párroco en Chinatú, donde había sido maestrillo, y de Cerocahui de 1996 a 2016, para regresar en 2019 hasta su asesinato en 2022, aquí era párroco y superior de la comunidad.

Al momento de su asesinato fungía como vicario de Pastoral Indígena de la Diócesis de la Tarahumara y Asesor Regional de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB’S) en la sierra donde vivió y trabajó 51 años.

Javier hablaba el rarámuri y tenía un profundo conocimiento de esta cultura. De manera constante viajó y caminó por la sierra Tarahumara a la que conocía como pocos.

Un año antes de su asesinato, en junio de 2021, mi familia y yo cenamos en Cerocahui en casa de los jesuitas, estaban todos los integrantes de la comunidad.

Esa noche Javier habló largo de la cultura rarámuri, de su lengua, y también de la realidad de la sierra Tarahumara, de la presencia del crimen organizado y de la Guardia Nacional (GN).

El 20 de junio de 2022, a la iglesia que atienden los jesuitas en Cerocahui ingresa herido Pedro Eliodoro, guía de turista, que huía de un grupo del crimen organizado que lo quería matar.

Javier y Joaquín Mora, al oír el ruido, salen de la casa de comunidad, a un lado de la iglesia, y entran a ella. Prestan ayuda al herido y entonces, quien lo quiere matar también asesina a los padres.

*Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la Fe.


Autor

Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político.