El Papa Francisco y Javier Cercas

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COLUMNA

Convicciones

El Papa Francisco y Javier Cercas

“Yo creo en la decencia. Y creo que la mayor virtud que existe es la decencia al cuadrado, que se llama coraje".

4 mayo, 2025
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Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político. 

El Vaticano en 2023, invitó al escritor español Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962), a acompañar al Papa Francisco (Buenos Aires, 1936 – Roma, 2025) en su viaje pastoral por Mongolia. Producto de ese viaje es El loco de Dios en el fin del mundo (Random House, 2025).

A continuación retomo partes de la entrevista que la periodista Ana Trasobares hizo al escritor ( Esquire, 26.04.25)., autor de obras como: Soldados de Salamina (2001)Anatomía de un instante (2009)Las leyes de la frontera (2012)El impostor (2014), la trilogía Terra Alta –Terra Alta (2019), Independencia (2021) y El castillo de Barbazul (2022).

¿Por qué te eligieron?: “Supongo que es porque soy un escritor conocido aquí y en otros países, incluida Italia. Luego hay un factor que es el hecho de que soy un hombre ateo y anticlerical. Soy católico como tú y como la gran mayoría que nos lee porque esta ha sido nuestra educación. Como dice Benedetto Croce, el filósofo italiano, “no podemos no llamarnos cristianos”, todos venimos de Jesucristo, de Sócrates, de Atenas y de Jerusalén. Además, conozco las claves porque estudié en un colegio de curas”.

“Y que el Vaticano me eligiera a mí para escribir un libro sobre Bergoglio, y no a un escritor católico, tiene que ver precisamente con la visión del Papa enfocada a hacer apostolado en la periferia. La periferia es adonde hay que ir. Él piensa que la Iglesia no puede quedarse encerrada en sus muros, sino que tiene que llegar a la periferia de la pobreza, a la periferia social, a la periferia política y también a la periferia de los que no piensan como “nosotros”: budistas, musulmanes, ateos… Y yo formo parte de eso. Esa es su visión, la de una Iglesia periférica y misionera. Para Francisco el cristiano ideal es el misionero”.

La periodista le dice que en el Vaticano han sido listos en invitarlo y tambien valientes:Tontos no son (risas) y valientes lo han sido mucho, es verdad. Cuando el director de la editorial del Vaticano me hace la propuesta, lo primero que le dije fue: “¿Pero ustedes no saben que yo soy un tipo peligroso?” Ellos han corrido un riesgo muy grande y yo he tenido una libertad absoluta en todo. Ni siquiera han querido leer el libro una vez escrito”.

Cercas le dice a la periodista que “no sé por qué me eligieron a mí, pero sí sé que ningún escritor en su sano juicio hubiera rechazado esta propuesta por un motivo muy sencillo: porque es la primera vez que proponen algo así a un escritor. Suena muy bestia, pero es así. No hay nada parecido. Por eso yo me siento un privilegiado total. Tampoco me imagino a ningún Papa anterior haciendo esta propuesta y menos a un escritor ateo”.

Y añade que“hay una cosa de este Papa que siempre me ha asombrado mucho. Los Papas antes no concedían entrevistas, nunca. Solo la idea resultaba extravagante e impensable. Y llega este hombre y empieza a dar entrevistas a todo el mundo, hablando de la guerra de Ucrania, de Gaza y de otros temas de actualidad. Como líder del cristianismo, está claro que quiere conectar con el mundo en el que vive”.

“Pero el Papa también es una autoridad religiosa, la autoridad del cristianismo, y ¿cuál es el eje del cristianismo?: la resurrección de la carne y la vida eterna. Sin eso, no existe el cristianismo. Ni siquiera lo dice Francisco, sino San Pablo, quien crea el cristianismo. Nosotros resucitamos porque Cristo resucitó y si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe. Este dogma tan increíble de que existe otra vida es el corazón del cristianismo. Yo no fui a preguntarle al Papa esto por motivos teológicos, sino por motivos personales”.

La periodista le dice “pues yo no sé si hay que estar muy loco o muy cuerdo para creer en la vida eterna” y Cercas le contesta “sí, tienes razón. De hecho ha habido gente muy seria e inteligente que ha creído en Dios, aunque no todos en el sentido tradicional: Newton, Kant, Einstein y su Dios cósmico de Spinoza … Esto no es una cosa de cuatro tontos”.

¿Con qué actitud te enfrentaste a este proyecto?
“Lo primero que hice fue eliminar mis prejuicios, sobre todo contra la Iglesia. Estoy lleno de prejuicios como todo el mundo, así que confieso que este ha sido mi mayor esfuerzo. “Fuera prejuicios y vamos a ver lo que hay”, me dije”.

¿Hay un antes y después de este libro?, ¿crees que tras esta experiencia única eres otro Javier? “Totalmente, aunque sigo siendo ateo, pero soy más anticlerical de lo que era antes porque Francisco también es anticlerical. Mi visión de la Iglesia ha cambiado”.

“A ver, yo era muy anticlerical porque estudié en un colegio católico. Para mí separarme del cristianismo fue un ejercicio, una decisión. Y siempre como Nietzsche, autor fundamental en este libro, pensé en el cristianismo como en una religión de gente sumisa: “Esto es un valle de lágrimas, pero hay que portase bien y aceptarlo porque en la otra vida se disfrutará”. Y esto supone una devaluación de la vida. Esto que digo es Nietzsche. Ahora eso ya no lo veo así”.

“Yo creo que [risas]… el cristianismo, tomado en serio, es una cosa muy radical y muy poca gente se lo toma en serio de verdad. Porque la máxima rebelión posible, la máxima insumisión posible, es la rebelión contra la muerte. Mi madre, a la que yo creía tan sumisa y tan obediente, no acepta la muerte de mi padre y cree que va a verlo después. Esa es la rebelión esencial del cristianismo. Lo que pasa es que el cristianismo ha tenido varios problemas: uno, el clericalismo, que es la idea de que el sacerdote está por encima de los fieles –esto no lo digo yo, lo dice el Papa que es anticlerical, y de ahí vienen muchísimos males como los abusos sexuales, por ejemplo–, y otro, que es letal, es la asociación del cristianismo al poder, o sea, lo que llaman el constantinismo por el emperador, quien hizo que el pueblo y la Iglesia fueran de la mano”.

“Esto explica en gran parte el desprestigio enorme de la Iglesia. Pero eso es una perversión del cristianismo, una religión que por otra parte es una revolución inmensa: “Amaros los unos a los otros como yo os he amado”, “todos los hombres somos iguales”… A ver si nos aclaramos: Jesucristo era un tipo peligroso al que crucificaron porque desobedecía las leyes, era violento, que se lo pregunten a los mercaderes del templo, dice cosas de completo insubordinado (…)”

“Y sin embargo ahora vivimos en un catolicismo que es todo lo contrario: el poder, el conservadurismo, se asocia a las clases pudientes… ¡El cristianismo actual es una perversión total del cristianismo originario! Lo que ha intentado este hombre, y lo que ha intentado la Iglesia muy trabajosamente desde el Vaticano II, es volver al cristianismo primitivo, al de los apóstoles, y eso te lo encuentras con los misioneros. Ellos son los que están viviendo un poco el cristianismo como se vivía entonces. Están en lugares remotos poniendo toda la carne en el asador”.

La periodista pegunta a Cercas si el Papa le ha caído bien y si piensa que es un buen tipo: “ Sí, me ha caído bien. Como Papa está llevando a la Iglesia por dónde tiene que ir, que es volver a los orígenes del cristianismo y luchar contra esos males y perversiones que han cometido algunos de sus miembros. ¿Ha hecho lo suficiente?, pues creo que no y creo que él también cree que no, pero es que la Iglesia es muy complicada. El Papa ha llegado hasta donde ha podido y hasta donde ha pensado que la Iglesia estaba preparada para llegar”.

“Como persona, Bergoglio me parece un tipo extraordinariamente complejo. Pero por lo que yo he podido tratarlo, es un tipo con el que te sientes muy cómodo. No puedo contar el final del libro, pero en esas últimas páginas se entenderá lo cercano que es. Es un tipo común y corriente. Cuando a la vuelta de mi viaje mi madre me preguntó cómo era el Papa, le dije: “Es como Florián, el cura de tu pueblo”, el que la casó con mi padre. Y es así, no tienes la sensación de estar frente a una eminencia. Eso lo hace próximo y agradable. Si yo tuviera que definir al hombre, diría que es un hombre en lucha consigo mismo. Un hombre muy consciente de sus flaquezas, de sus debilidades y de sus defectos, que ha peleado a muerte para combatirlos”.

La periodista pregunta al escritor que es para él la fe y este responde: “Para mí es una intuición como la intuición poética que se tiene o no se tiene. Esto lo discuto con un gran poeta que es el cardenal Tolentino, un gran poeta y un tipo estupendo. Mi madre tenía fe, yo no la tengo y tú dices que la tienes a ratos. Yo la tuve, pero la perdí. El Papa dice otra cosa parecida y es que la fe es un don. A lo mejor yo tuve ese don, pero lo he perdido”.

“Y a lo mejor, al final del libro, como veréis, el que cuenta la historia soy yo, pero no soy yo, es una versión de mí mismo, un avatar: el loco sin Dios, el loco de Nietzsche, ese que va por las calles gritando: “¡Dios ha muerto!, ¡Dios ha muerto! Nosotros lo hemos matado”. Y la gente piensa que está muy contento, pero no, está desolado porque se ha quedado vacío. Yo eso ya no lo tengo. A lo mejor, como el loco sin Dios del final del libro, tengo la sensación de que esta aventura me ha cambiado en muchos sentidos, pero aún no sé cuáles son las consecuencias”.

“Probablemente dentro de mí siempre ha habido ese vacío que ocupaba en su día la religión, la fe, y ahora ese vacío intento llenarlo con la literatura. Pero ese hueco está ahí. Quizá por eso uno de mis directores de cine favoritos es Bergman. Era ateo, pero el ochenta por ciento de sus películas hablan del vacío, de esa cosa que tenías y ya no tienes. Esto es lo que me ha llevado a mí a la literatura. Así que la fe se tiene o no se tiene, eso es lo que creo. Tú no puedes decir: “¿Sabes qué?, que voy a ser católico”. Eso es imposible. Ahí hay un salto que mi madre daba sin romperse, con una naturalidad rotunda, pero que yo no soy capaz de dar. Para mí la fe es una intuición que he perdido, no puedo decir más. ¿Y por qué dices tú que solo tienes fe a ratos?”

Para terminar la entrevista la periodista le pregunta ¿en qué crees?: “Yo creo en la decencia. Y creo que la mayor virtud que existe es la decencia al cuadrado, que se llama coraje. El coraje, según Winston Churchill, es la base de todas las demás virtudes. Tú puedes ser una persona bondadosa, pero en unas circunstancias complicadas como puede ser una guerra, si no tienes coraje te puedes convertir en un canalla. El coraje es la condición que posibilita todas las demás virtudes. Sin coraje, no existen las demás. Creo que es así”.


Autor

Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político.