La Nación es de todos, la Patria también
La democracia nos permite renovar de manera pacífica a los gobernantes que no cumplen su tarea para buscar otros ciudadanos que realicen mejor su trabajo.
Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.
Al celebrar la fiesta nacional o las fiestas patrias de nuestro país nos referimos a un hecho que nos identifica a todos: la Nación se refiere a la tierra en la que hemos nacido y por lo que adquirimos una identidad, y una pertenencia con todos los que también aquí han nacido. La Patria se refiere a nuestros padres, a nuestros antepasados, tiene relación con nuestras raíces, con nuestra historia común, por ello la fiesta nacional nos alegra a todos, más allá de nuestras diferencias particulares. México somos todos, con muchísimos elementos comunes.
La existencia de una norma superior que garantice los derechos y los deberes de todos los que pertenecemos a la misma Nación, a la misma Patria, se conoce como la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, que nos permite vivir en armonía y libertad, con orden y respeto, con seguridad y justicia, buscando que todos tengan las mismas oportunidades para que juntos construyamos nuestro presente y futuro. Entre más fuertes son nuestras instituciones y nuestros principios, mejor será la Nación y mejores los ciudadanos de la misma Patria.
Cuando se eligen gobernantes, de acuerdo a las reglas vigentes, se pretende encontrar a los mejores ciudadanos que estén al servicio de la Nación, es decir, de todos. Los que sean elegidos deben a su vez buscar a los mejores colaboradores para hacer posible que se alcance el ideal de toda Nación: la convivencia pacífica, la educación de niños y jóvenes, el trabajo digno, el acceso a los servicios de salud y desarrollo, la justicia y el bienestar. Todos los espacios de gobierno, sea el legislativo, el ejecutivo o el judicial, tienen la misma responsabilidad, lograr que los ciudadanos alcancen sus metas.
Un gobierno que no esté al servicio de la unidad de todos los ciudadanos, que divida o enfrente a la sociedad impidiendo la armonía social, un gobierno que no garantice la seguridad, la justicia, la libertad religiosa, la libertad de expresión y de movilidad, el respeto al Estado de derecho, un gobierno que no está al servicio del bien común, está faltando a sus más elementales responsabilidades como servidor de la Nación. La democracia nos permite renovar de manera pacífica a los gobernantes que no cumplen su tarea para buscar otros ciudadanos que realicen mejor su trabajo.
Mientras tanto, renovemos nuestra pertenencia y nuestra historia, demos gracias a Dios por nuestras raíces indígenas y españolas, por ser una Nación mestiza, con una cultura iluminada por el Evangelio de Jesucristo desde hace 500 años y por la presencia de Santa María de Guadalupe en los orígenes fundacionales, en las luchas libertarias y en la sensibilidad como pueblo que nos hace sentir hermanos desde su mirada y su corazón de Madre.
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P. Mario Ángel Flores Ramos es Director de la Doctrina de la Fe en el Arzobispado de México; Director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Miembro de la Comisión Teológica Internacional que asesora al Papa y Consultor del Dicasterio para la Cultura y la Educación en la Curia Romana.
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