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COLUMNA

Compromiso social de la fe

La indolencia ante las tragedias

Que no falte nunca la solidaridad de la sociedad mexicana, mucho más grande que su gobierno indolente.

14 noviembre, 2023
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Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios. 

La llegada del huracán Otis a las costas de Guerrero y directamente al Puerto de Acapulco la madrugada del 25 de octubre de este 2023, ha mostrado, una vez más, la irresponsabilidad y la indolencia del actual gobierno de la República Mexicana y, más específicamente, del Primer mandatario de la Nación.

Ha quedado suficientemente comprobado que 12 horas antes de que tocara tierra, ya se tenían reportes del Centro Internacional de Huracanes de Miami de que se había desarrollado rápidamente su intensidad y su peligrosidad convirtiéndose en un huracán de grado 5, el máximo posible.

El gobierno mexicano tuvo, al menos 10 horas, para implementar un plan de emergencia que pudiera contener las consecuencias antes y después de la llegada de este fenómeno natural. Antes, poniendo en guardia a la población entera y estableciendo los refugios adecuados para resguardar la vida de los habitantes de Acapulco y los municipios cercanos. Después, cuidando con la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas la seguridad y el orden entre la población.

Ni una ni otra cosa hicieron, las consecuencias las sufrieron de manera dramática todos los que se encontraban en Acapulco, turistas y habitantes que vivieron sin ninguna preparación la devastación del Puerto, hoteles, comercios, viviendas y vialidades, quedándose sin los servicios básicos de electricidad, agua y telefonía.

Al día siguiente después de la tragedia el Presidente dijo no contar con datos para informar lo sucedido, por la tarde intentó llegar por tierra sabiendo que las carreteras estaban intransitables, mostrándose con un alto grado de incompetencia al quedar atascado en un vehículo militar ante la mirada de la Secretaria de Seguridad, del General del Ejército y el Comandante de la Marina. Mientras tanto comenzó el desorden en Acapulco sin que ningún nivel de gobierno se hiciera presente por lo que se vandalizaron todos los comercios y se realizó la rapiña social de todo lo que estuvo a su alcance.

Cuando comenzó a fluir la solidaridad del pueblo mexicano haciéndose presente por medio de la sociedad civil organizada incluyendo a la Cruz Roja y la Cáritas de la Iglesia católica, el mismo Presidente expresó que nadie podría ayudar sino solamente el Ejército y los Siervos de la Nación, con una clara intención autoritaria y manipuladora. Afortunadamente la realidad se impuso y se tuvo que dar marcha atrás a esa absurda imposición.

Bien lo dijo un comentarista de televisión: Acapulco ha sido arrasado por cuatro causas, el huracán, la ausencia de servicios, la rapiña y, la peor de todas, la ausencia de gobierno.

Ya habíamos visto antes la indolencia de estos gobernantes, con los niños con cáncer, con el manejo de la pandemia, con los migrantes, con los desaparecidos, con las víctimas del crimen organizado y, ahora, con los sucesos de Acapulco.

Que no falte nunca la solidaridad de la sociedad mexicana, mucho más grande que su gobierno indolente.

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.


Autor

Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.