¿Ya te consagraste a María?

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COLUMNA

Comentario al Evangelio

Lecturas de la Misa del 31 de diciembre 2023 y comentario al Evangelio

Pidamos al Padre que proteja y ayude a nuestra familia y nos haga imitar el amor y la unidad que vemos en la sagrada familia como anuncio de la presencia de Dios en nuestra vida.

27 diciembre, 2023

Estas son las lecturas de la Misa dominical del 31 de diciembre 2023:

Primera lectura (Gn 15, 1-6; 21, 1-3)

En aquel tiempo, el Señor se le apareció a Abram y le dijo: “No temas, Abram. Yo soy tu protector y tu recompensa será muy grande”. Abraham le respondió: “Señor, Señor mío, ¿qué me vas a poder dar, puesto que voy a morir sin hijos? Ya que no me has dado descendientes, un criado de mi casa será mi heredero”.

Pero el Señor le dijo: “Ése no será tu heredero, sino uno que saldrá de tus entrañas”. Y haciéndolo salir de la casa, le dijo: “Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes”. Luego añadió: “Así será tu descendencia”. Abram creyó lo que el Señor le decía y, por esa fe, el Señor lo tuvo por justo.

Poco tiempo después, el Señor tuvo compasión de Sara, como lo había dicho y le cumplió lo que le había prometido. Ella concibió y le dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios había predicho. Abraham le puso por nombre Isaac al hijo que le había nacido de Sara.

Segunda lectura (Hb 11, 8. 11-12. 17-19)

Hermanos: Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia.

Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia, numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.

Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.

Evangelio 31 de diciembre 2023, según san Lucas (Lc 2, 22-40)

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Comentario al Evangelio: La Sagrada familia: comunidad de vida y amor

El Salvador del mundo que podría escoger otros caminos para habitar entre los hombres, quiso el camino ordinario de la familia. Así no solamente nació como Hombre, sino que, además convivió, realmente, con los demás hombres, como los demás hombres: vida de trabajo manual, vida religiosa judía sometida a la Ley de Dios, vida en comunidad, en síntesis una vida cotidiana sin aparente importancia.

El relato evangélico el día de hoy, incluye el cumplimiento de dos preceptos de la Ley mosaica: la purificación de la madre, dispuesta en el libro del Levítico (12), y la consagración a Dios del primogénito, ordenado en el libro del Éxodo (13). María y José acatan puntualmente y con sincero corazón, toda la norma del Antiguo Testamento. Esta narración de la presentación de Jesús en el Templo, pone de relieve la comunión de Jesús con José y María como modelo para la comunión en el núcleo familiar cristiano. Esta vida está centrada en la observación de la Ley de Dios y en la fe a sus designios.

Puesto que todo hombre  es miembro, o ha sido, en algún momento, de una familia, la Sagrada Familia de Jesús, María y José tiene una resonancia universal ejemplar, y, particularmente, para todo el pueblo cristiano. Todos podemos, debemos, contemplar a esta pequeña familia de Nazareth como escuela de vida de familiar.

Jesucristo es para nosotros la revelación de todo lo que Dios es. Pero Jesús revela a Dios justamente formando parte de una familia, en el seno de una familia, precisamente en su forma de vivir familiar. Si Dios es amor, es en el lugar en el que  primordialmente recibimos amor, la familia, en donde se nos revela lo que de verdad es Dios.

Jesús demuestra en sus más de treinta años de vida ordinaria de trabajo manual, que las tareas más extraordinarias del mundo se realizan viviendo a fondo la vida familiar.

Es en la familia donde recibimos la primera revelación, y la más importante de toda la vida: lo que es Dios. Si Dios es amor incondicional, es en la familia en donde por primera vez somos amados no por nuestros meritos, sino porque sí. No porque seamos bonitos, o inteligentes, o buenos, o simpáticos, sino porque somos hijos. Y Dios es asÍ: Él no nos quiere porque nosotros seamos buenos, sino porque Él es bueno. En nuestra familia nos quieren como somos, igualmente Dios.

Nosotros no amamos a nuestros padres porque ellos no tengan ningún defecto, nosotros no hemos escogido de qué padres nacer, los queremos porque son nuestros padres, y punto, o no los queremos.

Jesús nace en el seno de una familia humana, como hijo de una familia. La familia nace del matrimonio, sacramento de la unión de Cristo con su Iglesia. La misión de la familia cristiana ha de realizarse tanto en la formación de una comunidad de amor entre sus miembros como en el servicio de transmisión de la vida y de educación en los valores esenciales de la vida humana, Siendo célula primaria y vital de la sociedad, la familia ha de participar en el desarrollo de la sociedad, de la Iglesia, constituyéndose en comunidad creyente y evangelizadora en diálogo con Dios al servicio del prójimo.

La familia cristiana no debe ser como cualquier familia, sino vivir abierta a la entera comunidad eclesial debe ser como una especie de “Iglesia doméstica” que se integra a la gran Iglesia constituyendo uno de sus pilares fundamentales. Las relaciones entre los esposos cristianos no están regidas por un simple contrato civil de matrimonio; entre ellos se realiza el misterio del amor de Dios significado en el sacramento del matrimonio y, junto con sus hijos e hijas, deben vivir los mismos ideales que la Escritura muestra para la Iglesia entera.

¿Qué significa para nosotros la Sagrada Familia? Una familia es una familia sagrada cuando en ella se ama a pesar de todo, como Dios. Familia sagrada es aquella en la que existe la revelación de la gratuidad del amor. Sólo el amor incondicional es revelación del amor de Dios y sólo el amor hace posible la revelación de los problemas matrimoniales. Sólo el amor hace posible que un matrimonio cumpla 25 ó 50 años de existencia, José, María y Jesús son el prototipo de familia y matrimonio que vive y perdura por amor y sólo por amor.

Pidamos al Padre que proteja y ayude a nuestra familia y nos haga imitar el amor y la unidad que vemos en la sagrada familia como anuncio de la presencia de Dios en nuestra vida. ¡Animo a echarle ganas!