“Lavarse las manos…”
Pilato se lavó las manos y dejó para la posteridad este gesto para aquellos que no queremos tomar partido por alguna causa justa.
Lectura del santo Evangelio
En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús le contestó: “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”. Pilato replicó: “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?”. Jesús le contestó: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí”. Pilato le dijo: “Conque, ¿tú eres rey?”. Jesús le contestó: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. (Juan 18, 33-37).
“Lavarse las manos…”
Después del juicio que están haciendo de Jesús, las autoridades judías: Anás y Caifás; en medio de las negaciones de Pedro, aquél que tiempo atrás en la narración le había dicho a Jesús: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios. Después de ello, dentro del mismo proceso de Jesús quien se está dirigiendo hacia el final de su vida, está el evangelio que escuchamos este domingo.
Se trata precisamente del diálogo entre Pilato y Jesús, que versa acerca del gobierno y su legitimidad, del reinado y el espacio que éste abarca. Le pregunta a Jesús: “¿eres tú el rey de los judíos?” A lo que Él contesta: “¿dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?” (Jn. 18,34)
Pilato nunca se quiso involucrar más en la verdad que había detrás de aquella persona que le presentaban las autoridades judías, quienes ni siquiera aceptaron entrar en casa de aquel administrador romano, por no caer en impureza hacia la fiesta de Pascua que estaban a punto de celebrar.
Nuevamente le cuestiona Pilato: entonces, ¿Tú eres Rey? Y Jesús aprovecha para poner en labios de Pilato esa confesión que Pedro había hecho antes, reconociendo en Jesús al Mesías y le contesta: “Tú lo has dicho”
¡Qué gran oportunidad presenta Jesús a Pilato! Ya ni siquiera tiene que pensar en la fórmula correcta para proclamar que delante de él se encontraba quien es la Verdad y la Vida, por quien todas las cosas fueron hechas, el Rey Prometido, el Hijo de Dios, quien con justicia gobierna a su pueblo, quien traerá tiempos mejores para la grey (cfr. Salmo 72) Jesús mismo toma las palabras de la boca de Pilato y por si alguna duda quedaba añade: “Soy Rey”. Con esta afirmación valdría la pena terminar este breve comentario al evangelio del domingo: Jesús nos dice: Soy Rey.
La tristeza nos viene de darnos cuenta que, aunque tengamos en ocasiones toda la evidencia necesaria para poder proclamar a Jesús como dueño y Señor de la historia, como justo soberano de los pueblos, a veces, como Pilato, no queremos complicarnos la vida, sino tan solo salir de una dificultad más, la que el día nos propone, pero sin comprometernos ni perder nuestras adquiridas posiciones en la sociedad, en la administración pública o eclesiástica, en la familia o en la vida misma.
Todavía Jesús le da una última oportunidad diciendo que quien pertenece a la verdad, escuchará su voz, pero la herida final es su respuesta: y “¿qué es la verdad?”. Como relativizando todo, como diciendo: cada quien tiene su verdad, nadie puede ser parámetro para los demás, cada quien puede decidir de acuerdo a sus principios lo que llega a ser correcto y lo que no lo es, cada quien es referencia y medida de sí mismo y nada que salga fuera de nuestra opinión puede ser verdadero.
Pilato se lavó las manos y dejó para la posteridad este gesto para aquellos que no queremos tomar partido por alguna causa justa, que queremos navegar en el mar de la historia sin grandes olas que molesten o pongan en riesgo a la embarcación de mi vida, mi familia o los intereses propios. Lavarse las manos significa no comprometerse con nadie a la vez, con el asunto o con la opinión que se nos solicita, hacer un juicio correcto, tomar una decisión adecuada incluso teniendo la respuesta delante de nosotros.
Pidamos a Jesús especialmente esta semana que nos ayude a tomar partido por alguna causa justa.