Estas son las Lecturas, el Salmo y el Evangelio de la Misa dominical del 20 de octubre 2024. ¡Conócelas!
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos.
Palabra de Dios.
R/. Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.
Puesto que tenemos un sumo sacerdote extraordinario, que ha penetrado en los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, permanezcamos firmes en la fe que profesamos. Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, ya que fue probado en todo a semejanza nuestra, a excepción del pecado. Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y hallar la gracia del auxilio oportuno.
Palabra de Dios.
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: “Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir”.
Les preguntó: “¿Qué queréis que haga por vosotros?”.
Contestaron: “Concédenos sentarnos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.
Jesús replicó: “No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?”.
Contestaron: “Lo somos”.
Jesús les dijo: “El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado”.
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo: “Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.
Palabra del Señor.
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XXXIII Domingo Ordinario
Mc. 13,24-32
Del inicio del capítulo 14 del evangelio de Marcos, al final del capítulo 16; la narración tratará sobre la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, apartado que los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) estudian como conjunto y fue uno de los primeros relatos en compilarse, esto que conocemos como el Misterio Pascual y por cierto leemos todo junto cada año, el domingo de Ramos y el viernes de Semana Santa.
Entonces el último acontecimiento narrado por Marcos antes del Misterio Pascual, que para algunos estudiosos del evangelio resulta ser el final del libro: relata la última semana de Jesús en Jerusalén, la cual comenzó con la entrada triunfante en la Ciudad Santa y termina con el discurso escatológico, que abarca completo el capítulo 13.
Partiendo de la grandeza del templo, Jesús aprovecha para hablar de lo pasajero de ésta vida, ya que éste será destruido (lo cual sucedió en el año 587 a.C., por Babilonia y en el 70 d.C., por el imperio Romano) y lo toma como oportunidad para estar atentos a los signos del final.
¡Estén atentos!, en verdad les digo, es una invitación que repite: presten atención, a los signos que acompañarán: el fin, las guerras, terremotos, hambrunas, luego persecución para los seguidores de Jesús y la aparición de falsos Mesías. Y después de todo esto, vendrá Jesús glorioso.
Nunca imaginé siquiera, escribir este comentario al evangelio, en el mismo lugar en el que Jesús predijera todo esto, esta semana hubo bombardeos en la Ciudad de la Paz, Jerusalem y la gente teme que la respuesta sea aún mayor, por el desafío echado al aire. ¡Qué razón tenía diciendo que cielo y tierra pasarán, más no sus palabras!, porque han pasado ya dos mil años y sigue existiendo la enemistad, la guerra, el odio, pero no sólo en este pedazo del oriente, sino en todo el mundo, en casa, en la calle, en el tráfico, en el trabajo, parece que estamos empeñados en querer llevar hacia el final todos estos signos.
A pesar de lo absurdo que podría resultar llamar a Jerusalén como la Ciudad de la Paz, podemos comprender con San Agustín, que en el corazón de cada ser humano se da la verdadera lucha, la batalla entre la Ciudad de Dios y la Ciudad de los hombres; en una reinará la paz, la armonía, la felicidad, mientras que en la otra, la banalidad, la discusión, la esclavitud de las cosas efímeras y hasta lo vergonzoso.
Dejemos pues, ahora que estamos concluyendo con este año litúrgico, que nuestros días estén llenos de paz en la tierra y así podamos dar gloria a Dios en el cielo.
Qué mejor manera de preparar el adviento que se acerca cada vez con mayor celeridad, qué mejor manera que construyendo la paz, orando por ella. Cuando los problemas están a la puerta, se valora todo lo que se tiene en casa, se pondera desde otra perspectiva la misma familia, se extraña la presencia de aquellos que dan lata, se añora el reclamo de la pareja que ha partido; cuando la guerra está a la puerta, se goza de la paz que lleva cada quien en el corazón.
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