Las claves del padre José de Jesús Aguilar para consolidar nuestra felicidad: valores, actitudes y decisiones

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Comentario al Evangelio: A Yalitza

17 febrero, 2019
Creatividad de Publicidad

Lectura del Santo Evangelio

En aquel tiempo, Jesús descendió del monte con sus discípulos y sus apóstoles y se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y de Jerusalén, como de la costa de Tiro y de Sidón. Mirando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán. Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas… (Lc. 6, 12- 23).

A Yalitza

En el texto que escuchamos este domingo, Jesús hace una de las propuestas que más recordarán sus discípulos, escena que se comentará no sólo en este evangelio: el llamado discurso inaugural o también conocido como las bienaventuranzas.

En Mateo, se enumeran ocho bienaventuranzas, tal vez para Lucas, era redundar mucho en el mundo judío; el médico, en cambio, cita sólo cuatro: bienaventurados los pobres, los que tienen hambre, los que lloran ahora y a los que odien, expulsen, injurien y juzguen como alguien malo. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo.

A diferencia también de Mateo, Lucas añade cuatro maldiciones: a los ricos, a los que están hartos, a los que ríen ahora y aquellos de los que habla bien la gente.

Parece que Jesús invierte el sentido común de la vida, en algo totalmente contrario a lo que toda la gente piensa, porque lo más frecuente es que sostengamos que son bienaventurados los que no pasan pobreza o hambre, los que no están tristes y los que todo el mundo quiere y acepta.



Hace poco vi en las noticias que en redes sociales han atacado a Yalitza Aparicio, la protagonista de la película Roma, con comentarios ofensivos y discriminatorios. Me llamó la atención la tranquilidad con que ella respondía que no les daba importancia, sino que se quedaba con la buena experiencia de haber participado en la película.

Y lo que más me llamó la atención de los comentarios mordaces que le hicieron, es que muchas personas no pueden entender que alguien que no tiene “cierto” físico, pueda ser considerado para un papel protagónico; que alguien que no vaya de acuerdo a los patrones de medidas y aspecto caucásico, tenga lugar en Hollywood; que alguien que hable lenguas indígenas sea tan fotografiada o vestida por diseñadores de alta moda. Como que todo eso no concordaba y lo que esperaban es que se siguiera premiando a “muñequitas de aparador”, que cumplieran con ciertos patrones de belleza establecidos por la cultura nor-occidental.

Realmente me da gusto que les vaya tan bien a personas de quienes no se esperaba fueran tan felices o que algunos consideran “sólo son buenos para servirles o lavarles el carro”.

Bienaventurados aquellos que desde su pobreza nos enriquecen con sus historias, con su arte; bienaventurados los que no necesitan de cirugías para mostrar al mundo su belleza; felices los que, en el servicio a las familias de la ciudad, han encontrado su propia felicidad; orgullosos deberíamos estar de ellos y no denigrar sus logros.





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