El corazón se llena de ternura ante la proximidad de la Noche Buena. La difícil situación que estamos viviendo no ha sido suficiente para acallar la alegría que provoca a los cristianos el nacimiento del Niño que consigo trae el regalo que necesitamos hoy tanto como hace más de 2000 años: la esperanza.
A pesar de no tener los tradicionales festejos escolares, las posadas y las reuniones entre amigos, los buenos deseos y los mensajes de Navidad inundan las redes sociales y todos quisiéramos, al menos por unos días, olvidarnos de la crítica situación que vivimos, de las malas noticias y de los estragos de la pandemia.
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Como cada año desde el principio del cristianismo la historia se repite: ni las guerras, ni las pestes, ni las ideologías han logrado borrar la más dulce de las tradiciones que ha inspirado a los más grandes artistas intentando plasmar a través de su música y su arte el sublime momento en que el mismo Dios nace como un frágil Niño que es arropado por la Madre y protegido por un padre. No necesitó nada más, ni lujos, ni comodidades… solamente de una familia, la Sagrada Familia, que lo amó, lo cuidó, lo educó y lo acompañó en su misión redentora que transformó a la humanidad.
Y la Navidad llega como la gran ocasión para sacar lo mejor del interior de cada uno, motivando el perdón, el agradecimiento, la cercanía con la familia y los que amamos y la nostalgia y deseo del “calorcito” del hogar y del aroma navideño.
Pero el corazón que se enternece ante la imagen del Pesebre no puede permanecer indiferente ante el dolor y las necesidades de los que sufren y hoy necesitan una palabra de consuelo, una obra de caridad y una actitud de solidaridad cristiana que sea a la vez el regalo que presentemos al Niño Dios.
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Ésta es una Navidad diferente, es la Navidad de la pandemia, tiempo del que nos dice el Papa Francisco: “no saldremos igual que antes, saldremos mejores o peores”, un tiempo de prueba y sin duda también de grandes oportunidades para vivir la fe y la misericordia, haciendo a un lado todo lo que hoy es tan evidentemente superfluo, intrascendente y materializado.
Como cada diciembre, la imagen del pequeño Niño completamente dependiente de los cuidados de María y José, nos recuerda la grandeza y la importancia de la familia que hoy ha vuelto a ser nuestro refugio y nos da ejemplo para cumplir con su misión.
Que el nacimiento de Jesús nos llene de paz y renueve nuestra fe para seguir recorriendo y construyendo caminos de esperanza.
¡Les deseo una feliz Navidad diferente!
Consuelo Mendoza García es ex presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia y presidenta de Alianza Iberoamericana de la Familia.
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