Monseñor Abelardo, exquisita diplomacia y caridad pastoral (1933-2021)
Este 3 de julio la Providencia de Dios ha llamado a su Reino eterno a Monseñor Abelardo Alvarado Alcántara.
Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.
Faltaban solo cinco días para celebrar sus 88 años de edad (8 julio 1933) cuando este tres de julio la Providencia de Dios ha llamado a su Reino eterno a Monseñor Abelardo Alvarado Alcántara, hasta ahora obispo auxiliar emérito de la Arquidiócesis de México. Es importante señalar que su salud ya estaba delicada desde hace más de dos años.
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Ha recorrido la vida construyendo sólidas amistades desde sus años de seminario, al igual que en sus innumerables actividades en su ministerio sacerdotal y episcopal, en el que se ha encontrado con presbíteros, obispos, laicos, familias e instituciones. Una frase puede definir su personalidad, siempre envuelta por una profunda confianza en Dios y un gran sentido del humor, características propias de salud mental y espiritual: Don Abelardo ha sido un hombre que se distinguió por una exquisita diplomacia y una gran caridad pastoral.
Después de algunos años en la formación sacerdotal y en tareas parroquiales donde privilegió el trabajo con matrimonios, familias y catequesis, fue nombrado Rector del Seminario por dos años (1984-1986), recibiendo la consagración episcopal a mitad de camino, el 14 de junio de 1985. Su trato cálido y humano le llevó a conformar un buen equipo formador y un gran ambiente en general en toda la comunidad.
Fue nombrado Vicario Episcopal de la Tercera Zona de Pastoral (1986-1997) desarrollando una gran cercanía con los presbíteros y las parroquias, consolidando la fraternidad sacerdotal y la formación permanente del presbiterio. Se manifestó muy activo en el segundo Sínodo Arquidiocesano convocado por el Cardenal Ernesto Corripio Ahumada que culminó en 1992. No cabe duda que se ganó el aprecio del presbiterio entero por su trato amable y comprometido.
Cabe destacar que se hizo cargo del periódico de la Arquidiócesis de México de 1993 hasta 1998 como Presidente del Consejo Editorial de Nuevo Criterio, donde colaboré directamente en calidad de Director durante el mismo tiempo, contando siempre con su atinada visión eclesial y política para el desarrollo de este importante medio de comunicación. Su apoyo decidido y actuación discreta hizo que este medio eclesial, sencillo pero con mucha participación y proyección, se convirtiera en un verdadero testimonio editorial de la Iglesia en México, con presencia crítica y gran respeto en los distintos medios de comunicación y en la opinión pública.
Una mención especial merece la organización y puesta en marcha de la Institución de Recuperación Ponce Lagos A.C. conocida también como FRATESA SUR, en su calidad de Presidente del Consejo Directivo, en la que no solo consolidó su estructura jurídica dejada por el Canónigo Antonio Ponce Lagos, sino que reestructuró las instalaciones para que pudiera alojar permanentemente a seis sacerdotes en recuperación o retiro, con un esquema sustentable que permanece hasta la fecha. Más de veinte sacerdotes se han podido beneficiar de este lugar que me ha tocado dirigir por petición suya desde hace más de 18 años. Un esquema positivo para todos, sin ser formalmente de la Arquidiócesis de México, está al servicio de la misma sin generar un peso financiero, contando, además, con la participación de una comunidad de religiosas, las hermanas marianitas, que brindan su testimonio y servicio a la Casa Sacerdotal.
El capítulo más trascendente en su servicio episcopal lo realizó durante más de seis años (1997-2004) como Secretario General de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Allí desplegó ampliamente sus dotes diplomáticas y pastorales, conservando una magnífica relación desde el Consejo de Presidencia con todos sus hermanos obispos, desarrollando una oficina de comunicación con mucho profesionalismo a la altura de tan importante encomienda y estableciendo una constante interlocución con las más altas esferas políticas del país, para llevar buenas relaciones y establecer con claridad los distintos campos de competencia de la Iglesia y el Estado. Apoyaba con mucha subsidiaridad el trabajo de las Comisiones Episcopales desde donde surgió el gran Documento del 2000, Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos. Le tocó participar en la organización algunos detalles de gran importancia de las últimas dos visitas del Papa Juan Pablo II.
Al dejar la Secretaría General de la CEM, el Cardenal Norberto Rivera Carrera le dio un nombramiento muy singular en la Arquidiócesis, Capellán de las Fuerzas Armadas, lo que le permitía, a decir de Don Abelardo con su humor característico, ocuparse de todo y de nada, dado que en la Arquidiócesis no había Fuerzas Armadas, ya que son de competencia Federal y, por tanto, un cargo que depende de la Conferencia del Episcopado. Lo cierto es que sí hay una parroquia considerada Capellanía Militar, frente al Hospital Militar, donde ejerció su episcopado durante los últimos años, con la libertad de estar en contacto con toda la Arquidiócesis con su ministerio episcopal.
Llevó una vida intensa, plena, larga y satisfactoria en el ministerio y la amistad. Está ahora en las manos de Dios quien sabe recompensar más de lo que imaginamos, tal como Jesús lo expresó: “No tengan miedo. Crean en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas… los llevaré conmigo, para que donde yo estoy, también estén ustedes” (Jn 14 1.3).