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La oración de dos Papas

29 noviembre, 2020
La oración de dos Papas
Herminio Rebollo.
Creatividad de Publicidad

De pronto, la anciana lo dijo con gran amargura: “lo único que le pido a Dios es que ya me lleve con él”

-¿Porqué dices eso abuela?

-Es qué ya no sirvo para nada. Sólo soy una carga… no puedo hacer nada y necesito que me ayuden en todo…

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El nieto la abrazó y le dijo con gran ternura: si lo único que hicieras fuera rezar por tus hijos, tus nietos y toda la familia que tanto te quiere, tu labor sería inmensa… ¿Qué vamos a hacer el día que no haya alguien aquí en la tierra que con tanto amor, desinterés y generosidad deje de pedir a Dios por nosotros?

El valor de la oración es inmenso, a lo largo de la historia ha quedado más que comprobada su eficacia. Pero no únicamente en grandes manifestaciones como las de Santa Teresa orando por las misiones o el triunfo de las fuerzas cristianas en Lepanto, sino en la oración cotidiana de la madre por sus hijos, de los sacerdotes por su grey, de las religiosas en el claustro y tantos y tantos ejemplos.

Tan real que todos recordamos cómo, en sus primeras palabras como Papa, Jorge Mario Bergoglio lo único que pidió fue: recen por mi.

Todo esto viene a cuento porque por primera vez en la historia, la humanidad ha necesitado la oración simultánea de dos sumos pontífices. Dos vicarios de Cristo, uno emérito y otro en funciones, invocando al creador por todos los seres humanos y la suerte del planeta.

Cuando veo las inéditas, espléndidas y maravillosas fotografías de los encuentros entre Joseph Ratzinger y Jorge Mario Bergoglio es cuando me salta la pregunta: ¿Cómo estará el mundo?, ¿Qué momento vivirá la Iglesia, sus ministros, sus fieles, que necesitamos dos Papas?

El Papa Francisco en una de sus visitas al Papa Emérito Benedicto XVI. Foto: Vatican Media

El Papa Francisco en una de sus visitas al Papa Emérito Benedicto XVI. Foto: Vatican Media

Por un momento podría uno cuestionar si Benedicto XV, que presenció la primera guerra mundial y la calificó como “el suicidio de la Europa civilizada”, no hubiera querido el consejo, el acompañamiento y la oración de un Benedicto XVI, como hoy desde Castel Gandolfo.

Qué decir de Pio XII quien padeció las atrocidades de la segunda guerra mundial, el nazismo, el comunismo, el holocausto.

Y León X cuando tuvo que decretar la excomunión de Martín Lutero y sus seguidores, luego de que aquél quemara públicamente la bula Exsurge Domine.

Sin duda en el nacimiento de la Iglesia, el primer pontífice, San Pedro contó con el consejo y el apoyo espiritual de la Santísima Virgen y los apóstoles. No era para menos el enorme reto que vivía la historia de la salvación.



Nadie puede poner en duda aquellas palabras a Pedro de que sobre su cabeza se edificaría la Iglesia y que el Espíritu Santo lo asistirá, lo inspira a cada momento y lo acompañará así hasta el fin de los tiempos.

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Pero, sin caer en milenarismos o pretender lecturas apocalípticas, lo cierto es que los cristianos de hoy debemos agradecer a Dios contar con la oración de sus dos pastores, como si alguien tuviera la oración de dos madres terrenales al mismo tiempo.

Es cierto que en el mundo han coincidido en el tiempo San Pedro y San Pablo,  Santa Teresa y San Juan de la Cruz,  San Juan Pablo II y  Santa Teresa de Calcuta, San Ignacio y San Francisco Javier o  San Felipe Neri. Pero no dos Papas.

Hoy tenemos aquí en la tierra la sabiduría, la experiencia, la ortodoxia, la generosidad y el valor de la también inusual dimisión de Benedicto XVI y el carisma, la frescura y las sorpresas de Francisco. Ambos entregados a Dios y al mundo.

La ausencia del creador en la vida de los hombres de este siglo XXI, el desprecio por la vida, la cultura de la muerte, el cáncer de los abusos de sacerdotes sobre menores, la rebelión de religiosos contra las enseñanzas del Papa Francisco, la injusticia en el mundo, el hambre, las guerras y, por si fuera poco, ahora la peor pandemia de toda una generación, parecerían justificar la necesidad de los dos papas orando por todos nosotros.

Sin embargo la vivencia de un momento inédito en la historia de la Iglesia es digna de reflexión, agradecimiento y compromiso para responder igualmente cada uno de nosotros a estos momentos nunca antes vistos. Sobre todo con la intensidad y el amor de la oración de una abuela.

 

*Herminio Rebollo es periodista con más de 30 años de experiencia, actualmente encargado de la comunicación de los diputados de Acción Nacional en la Cámara dé Diputados.

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