Columna invitada

Así fue la Asunción de la Virgen María según la ‘Leyenda dorada’

El Dogma de la Asunción a los Cielos nos dice que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrena, fue subida en cuerpo y alma a la gloria celestial. Este dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus.

La Sacristía de nuestra hermosa Catedral de México conmemora a la Santísima Virgen en su Asunción, por ser ella la Patrona de la Catedral. Y de las seis enormes pinturas que la adornan, una de ella es el espléndido lienzo llamado “Asunción y Coronación de la Virgen”. Es un óleo sobre tela del pincel de Juan Correa, pintado en 1689. Mide 8.98 x 7.66 metros.

Lienzo “Asunción y Coronación de la Virgen”. Óleo sobre tela del pincel de Juan Correa (1689)

Esta pintura está basada en una bella y tierna historia tomada de un libro llamado La leyenda dorada. Es una compilación de la vida de los santos, pero también de fábulas e historias fantásticas. No significa que sean verdaderas, pero son muy útiles para interpretar obras de arte, como ésta de Juan Correa.

Leer: La Virgen de la Asunción, la dedicación de la Catedral de México

A continuación ofrecemos el relato del libro referido, que inspiró al artista novohispano para realizar esta preciosa alegoría.

Relato

El libro cuenta que, mientras los apóstoles se encontraban dispersos por diferentes lugares predicando el Evangelio, la Virgen se quedó viviendo en una casa cerca al Monte Sión.

Un día, el corazón de la Virgen deseaba reunirse con su Hijo. Experimentaba un vacío en su alma, al verse separada del objeto de su amor. De pronto, surgió un ángel ante ella diciendo: “Dios te Salve María, te traigo desde el paraíso esta palma (1) para que sea colocada sobre tu féretro. Dentro de 3 días te reunirás con tu Hijo que te está esperando”.

María respondió: “Te pido que antes de mi partida vengan junto a mí, mis hermanos los apóstoles. Deseo que estén presentes cuando entregue mi alma a Dios”.

El ángel contestó: “Todos los apóstoles estarán a tu lado en el momento de tu muerte” (2). El ángel regresó al cielo y la palma que había traído quedó en casa de María.

Detalle de la parte superior del lienzo “Asunción y Coronación de la Virgen”. Óleo sobre tela del pincel de Juan Correa (1689)

El primero en llegar fue Juan, y la Virgen le comentó: “Cuando mis restos sean conducidos a la sepultura, encárgate que alguien lleve esa palma delante de mi féretro”.

Dicho esto, llegaron todos los apóstoles a casa de María, y Juan les informó todo lo relativo a la muerte de la Señora.

Mientras tanto, tres doncellas acudieron a la casa para amortajar su cuerpo, pero no les fue posible verlo, su cuerpo estaba resplandeciente y quedaron deslumbrados por los fulgores que despedía.

Entrada la noche, llegó Jesús acompañado de multitud de ángeles (3) y se situaron frente al trono de la Santa Madre.

El oficio lo inició el propio Jesús, diciendo: “Ven querida Madre mía, ven conmigo a compartir mi trono, porque me tienes cautivado con tu hermosura”.

Otros artículos de la autora: Siete imágenes de Cristo en la Catedral de México

María respondió: “Mi corazón está preparado Señor”.

En ese momento, el alma de la Virgen salió de su cuerpo y voló a la eternidad en los brazos de su Hijo, rodeado de rosas rojas (4), es decir, de multitud de mártires.

Antes de subir al cielo, el Señor dijo a los apóstoles que llevaran el cuerpo de su Madre al Valle de Josafat y que ahí los alcanzaría en 3 días. Juan fue el encargado de llevar la palma delante del féretro.

Después del fallecimiento de la Virgen, se produjeron muchos milagros. El primero ocurrió cuando un sacerdote judío quiso derribar el féretro, pero antes de eso quedó paralizado y sus acompañantes quedaron repentinamente ciegos.

Detalle de la parte inferior del lienzo “Asunción y Coronación de la Virgen”. Óleo sobre tela del pincel de Juan Correa (1689)

Entonces el sacerdote le pidió ayuda a Pedro, y él respondió: “Ahora estamos ocupados, no te podemos atender hasta enterrar el cuerpo de nuestra Señora, pero sí te digo que si crees en nuestro Señor Jesucristo, y en esta Santa Mujer que lo concibió, obtendrás la gracia de tu curación”.

El atribulado sacerdote exclamó: “Sí creo”. Entonces Pedro le dijo: “toma la palma y ondéala sobre toda la gente que ha quedado ciega. Los que quieran creer en lo que tú has creído recuperarán la vista. Y los que no crean, continuarán privados de ella perpetuamente.

Después de todo esto, los apóstoles prosiguieron su camino a Josafat y permanecieron ahí tres días, al cabo de los cuales se presentó Jesús ante ellos y les preguntó: “¿Que gracias y honores debo otorgar a esta mujer que me dio el Ser?”.

Los apóstoles respondieron: “Así como tú, venciendo el poder de la muerte resucitaste, y eternamente reinas, así también debería ser con tu madre, y colocarla perpetuamente a tu derecha en el cielo”.

Entonces Cristo dijo: “¡Levántate madre mía!, tabernáculo de la gloria, vaso de mi vida, templo celestial, porque ese santísimo cuerpo tuyo, sin mancha de cualquier tipo de concupiscencia, concibió el mío, merece quedar inmune de la desintegración que se produce en el sepulcro”.

Así fue como María jubilosamente entró en el cielo y tomó posesión del trono que le estaba reservado a la derecha de su Hijo (5).

Al observar la grandiosa pintura de Juan Correa puedes apreciar estos cinco elementos tomados de la historia anterior:

(1) El ángel con la palma.

(2) Los apóstoles junto a María junto al féretro.

(3) Jesús acompañado por una multitud de ángeles.

(4) Las rosas rojas.

(5) El trono para María reservado a la derecha de su Hijo.

*María del Socorro Sentíes Corona es guía de la Catedral de México

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Los artículos publicados en la sección de opinión no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

María del Socorro Sentíes

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