Jesús sabía que sus parábolas podían malinterpretarse
La razón de las cosas están en los acontecimientos no en una búsqueda filosófica abstracta.
El evangelio de San Lucas es el que mayor cantidad de materiales doctrinales nos ofrece a lo largo del ministerio de Nuestro Señor Jesucristo. En particular encontramos estas enseñanzas durante el tiempo de subida a Jerusalén. El día de hoy el texto inicia con una parábola comentada posteriormente por Jesús.
Debemos tener en cuenta que todo acto de comunicación sea verbal o escrito es susceptible de malas interpretaciones. En el evangelio de Mateo (Mt 13,10-13) los discípulos preguntaron al maestro por qué hablaba en parábolas y su respuesta hizo referencia a una profecía de Isaías (Is 6,9-10), la intención de Jesús era revelar y esconder al mismo tiempo, lo hacía para que viendo no vieran y oyendo no escucharan; en suma, que no entendieran para que se cumpliera la Escritura y el corazón embotado del pueblo no le diera ocasión de salvación. Por supuesto que Jesús pretendía la salvación de todos los que decidieran hacerse sus discípulos, por este motivo nos dice el mismo evangelista que a los discípulos se los explicaba todo.
El camino sapiencial de los judíos estaba muy ligado a la realidad, al sentido histórico. Todo acontecimiento importante en la historia era parte de una larga cadena de causas y efectos. La razón de las cosas están en los acontecimientos no en una búsqueda filosófica abstracta. Por este motivo, Jesucristo usó las parábolas frecuentemente por este modo de ser de su propia cultura. De todas formas, sabía que era posible malinterpretarlas y por ello, precisamente el día de hoy tenemos varios comentarios que son aclaratorios de la parábola. La primera aclaración es que el modo de proceder del mal administrador es el proceder de los hijos de este mundo, no el proceder de los hijos de la luz. La segunda explicación expresa el verdadero pensamiento del Señor. No es posible servir a dos amos, a uno se le será fiel y el otro será traicionado, por tanto Dios y el dinero no pueden regir la vida de un cristiano al mismo tiempo.
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Mons. Salvador Martínez es rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.
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