Siempre he sido optimista. Hay tantos motivos por los cuales debemos sentirnos felices, agradecidos y plenos. Escuchar los pájaros que despiertan en la madrugada, una caminata con un ser amado y disfrutar de un rico mole en familia solo refuerzan este optimismo.  

Sin embargo, pasa que a veces mi abuela se enferma y necesitamos que sea atendida en el Seguro. Pasa que mi hermano no tiene asegurado su ingreso a la universidad pública. Pasa que hoy no tengo casa, ni seguridad social ni ahorros para el retiro. Y ahí es cuando las cosas se empiezan a ver distintas, con un poco menos de optimismo, con una claridad: es el momento de hacer política, para que nadie más tenga que sufrir, para que haya justicia y paz.  

A veces parece duro, pero yo he sido testigo. La política la haces tú o alguien más la va a hacer por ti, en tu nombre. Por años nuestros gobernantes han dejado a un lado la seguridad, la justicia social, el medio ambiente y tantos temas que nos importan. Por eso es imprescindible convencer a todas las personas de hacer política, sin distingos de edad o latitudes: México necesita que tomemos en nuestras manos el futuro del país.  

A mí también me pasó que me preguntaba “¿pero yo por qué haría política? Esa actividad es de corruptos”. Después de haber sido el primer diputado independiente de Jalisco les puedo asegurar que eso es mentira y una mentira que ayuda a los que quieren que la política siga siendo un espacio para sus fechorías. De alguna manera nos han logrado convencer a millones de que sólo ellos pueden meterse a los asuntos públicos, desactivando las buenas intenciones de miles de personas que quieren hacer algo positivo por su país. 

Por eso, es fundamental que no sucumbamos ante el engaño. La política la podemos hacer las personas comunes, bienintencionadas y con ganas de cambio para nuestro país. 

Después de reconocer que se puede mantener la honestidad en dicha actividad, debemos encontrar una motivación. Aquí es cuando trato de sugerir que encontremos nuestro impulso en nuestros motivos más profundos: el amor por nuestros seres queridos. 

Yo aprendí que tenía que hacer política por muchos motivos, pero uno de ellos fue el acompañar a mi abuela durante un proceso de operación en los hospitales de la salud pública. Ahí es cuando notas que nuestro gobierno desprecia a sus enfermos. Junto con ella viví varios meses en los que presencié cómo le negaban una operación de rodilla que necesitaba para poder caminar. No era porque la doctora no quisiera operarla, ella siempre se comportó de manera comprensiva y atenta, sino que los quirófanos no alcanzaban, la prótesis no llegaba y, porque sencillamente, para el sistema de salud no era prioridad. 

Por eso, decidí que una causa en mi vida sería hacer política para que la salud, las pensiones y la educación pública fueran excelentes. El dolor de ver a mis seres amados en una situación así me mueve a trabajar para que nadie más lo tenga que experimentar. Fue difícil al principio, pero me empecé a involucrar poco a poco en los asuntos públicos. Incluso, sin partido, sin padrinos ni lana, logramos ganar una elección, quitarle el fuero a los gobernantes y le bajamos 70% de presupuesto a los partidos. 

Por eso creo que podemos hacer política todas las personas, no sólo los que están en partidos o estudiaron mucho. Porque para poder asegurarnos un futuro de cambios y promisorio para todas las personas, es preciso que nos involucremos. Ya vimos que la política no corrompe por sí sola y que los motivos más personales son los que la dotan de sentido, amor y compromiso. 

*Es un joven político mexicano. En 2015 se convirtió en el primer diputado independiente de Jalisco, por el Distrito 10 del municipio de Zapopan. Estudió Gestión Cultural en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), donde fue presidente de la Sociedad de Alumnos. En 2018 contendió por una senaduría independiente.

Esta columna forma parte de la edición 10 respuestas que México necesita donde también participan Norma RomeroMargarita ZavalaMartí BatresJuan Pablo CastañónJavier SiciliaMario RomoMonseñor Felipe Arizmendi, el Padre Mario Ángel Flores, y el Cardenal Carlos Aguiar Retes.

Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión, y no necesariamente representa el punto de vista de Desde la fe. 

Pedro Kumamoto

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