EL VAR después del sismo
Seamos portadores de paz cuando vayamos al “VAR” del sismo, cuando se cuente una y otra vez lo sucedido pongamos en manos de Dios nuestros recuerdos, nuestro presente y nuestra esperanza.
Educador. Casado y padre de tres hijos. Ingeniero químico con estudios de filosofía, antropología, teología e impro teatral. Desarrollador de procesos creativos para empresas, instituciones (eclesiales y gubernamentales), organizaciones de la sociedad civil. Evaluador de proyectos de inversión y consultor en procesos de desarrollo del cliente. Flp 4,13.
En el futbol, cuando hay una jugada polémica, el árbitro principal tiene la facultad de consultar al VAR (Video Assistant Referee), es decir a mirar una pantalla para corroborar o corregir una decisión. Cuando lo hace, los jugadores y toda la afición esperan la resolución con ansiedad. Esos instantes se hacen eternos, todo está sujeto a la percepción, a la subjetividad.
Aquella jugada que no fue fácil mirar en tiempo real, ahora se mira, una y otra vez. Ya tomada la decisión, el silbante la comunica a todos en el estadio y dependiendo de que lado, se desatan los comentarios, las rechiflas o los aplausos.
Te comparto esta situación futbolera porque ante los sismos que experimentamos esta semana, hemos recreado una especie de VAR en nuestras mentes y en nuestra existencia. Cada que sentimos el movimiento del piso, de las lámparas o del agua de la pecera inmediatamente se enciende en nosotros los recuerdos de otros momentos vividos, que algunos ya lo tienen asimilados y parecen tener la situación bajo control, otros lo tienen a flor de piel y evocan el miedo, el llanto y la desesperación.
Cuando salimos a la calle, seguimos reproduciendo las imágenes, como en el VAR, las compartimos con quien nos tocó estar, revivimos todos los detalles que en ese momento vivimos o aquellos que nos marcaron en un sismo anterior.
Las alarmas volverán a sonar, bien en un simulacro, en pruebas de audio o en un sismo real. ¿qué van a disparar en nuestro ser? Una compañera del trabajo nos decía: “¡qué oso haber llorado con este sismo! Es que en el 85 perdí a mis hermanos”. Seguimos aprendiendo a cuidarnos entre todos, a acompañar en esos instantes que duran una eternidad; a refugiarnos en lugares seguros y a ofrecer escucha que sirva de contención para los demás; a compartir un bolillo o una taza de té incluso aunque no haya un temblor.
Seamos portadores de paz cuando vayamos al “VAR” del sismo, cuando se cuente una y otra vez lo sucedido pongamos en manos de Dios nuestros recuerdos, nuestro presente y nuestra esperanza.
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*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.