El amor, motor de vida para el cristiano
El amor cristiano se refleja en el amor al prójimo, en la fraternidad universal, en la caridad y en el perdón.
Docente de la Universidad Intercontinental (UIC) y Maestro en Filosofía de la Cultura. Docente de Tiempo Completo de la UIC y Consultor Independiente
El amor es un concepto amplio y complejo que ha sido objeto de estudio y reflexión a lo largo de la historia. Desde una perspectiva cristiana, el amor no es un sentimiento, sino una virtud fundamental que se encuentra arraigada en el Evangelio y en los principios de la fe católica.
En la Encíclica Deus Caritas Est, el Papa Benedicto XVI propone que el amor es el centro de la vida de todo católico, al enunciar que “hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida”.
El amor de Dios es el pilar fundamental en la vida de todo creyente. Como menciona el libro de los Salmos: ¡Den gracias al Dios de los cielos, porque es eterno su amor! (Sal 136,26). El Salmista nos
recuerda que no importan las adversidades y las pruebas de la vida, es reconfortante saber que el
amor de Dios, no tiene fin.
La promesa del amor infinito de Dios se encuentra renovada en el Nuevo Testamento en el Evangelio de Juan: “Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Jn 3,16). Esta muestra de amor incondicional nos revela la magnitud del amor divino hacia nosotros.
La opción fundamental de la vida cristiana es creer y confiar en el amor de Dios, reconocer que somos
amados inmensamente por un ser trascendente. Este reconocimiento nos lleva a una respuesta de amor y gratitud hacia Dios, que nos impulsa a vivir de acuerdo con sus enseñanzas y mandamientos.
Creer en el amor de Dios nos da la confianza necesaria para enfrentar los desafíos. Tal confianza nace del sabernos amados por Dios, como lo menciona el apóstol Juan: “nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él” (1 Jn 4,16). Esta promesa nos asegura que Dios tiene un plan para nuestra vida y que su amor nos guiará por el camino correcto.
El amor de Dios, también nos invita a Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, tal como lo enseña Jesús en el evangelio. Por ende, el amor cristiano implica compasión, cuidado y respeto hacia los demás. El amor es una virtud central en la enseñanza de Jesús como queda asentado en el Evangelio de Juan: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros” (Juan 13:34). En este versículo, Jesús establece el amor fraterno como una característica distintiva de sus seguidores.
La Iglesia católica ha destacado la importancia del amor cristiano a lo largo de los siglos, por ejemplo, en la encíclica antes mencionada, Deus Caritas Est, el Papa Benedicto XVI afirma que el amor es la esencia misma de Dios y, por lo tanto, debe ser el centro de la vida cristiana. El amor cristiano va más allá de las relaciones personales y se extiende a la fraternidad universal. El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti, hace un llamado a la solidaridad y a la construcción de un mundo basado en la fraternidad y la amistad social. El amor cristiano nos impulsa a reconocer en cada persona a nuestro hermano o hermana, independientemente de su origen, religión o condición social.
Al confiar en el amor de Dios, también podemos experimentar su perdón. Aunque todos cometemos errores y pecados, Dios está dispuesto a perdonarnos y a mostrarnos su misericordia. Esto nos da la oportunidad de arrepentirnos y de cambiar nuestra vida, sabiendo que siempre podemos contar con su amor.
El perdón de Dios no es algo que debamos ganar o merecer, es un regalo gratuito que nos ofrece a
todos, sin importar cuán grandes o pequeños sean nuestros pecados. No importa cuántas veces hayamos fallado, Dios siempre está dispuesto a perdonarnos cuando nos arrepentimos sinceramente.
Este perdón divino nos brinda la oportunidad de cambiar nuestras vidas y seguir adelante.
No estamos destinados a vivir en la oscuridad de nuestros errores pasados, sino a caminar en la luz de su amor y misericordia. Dios nos brinda, esta oportunidad para aprender de nuestros errores, crecer como personas y buscar la justicia y la bondad en todo lo que hagamos.
Confiar en el amor y el perdón de Dios también nos permite perdonarnos a nosotros mismos y perdonar a los demás. Al experimentar la gracia y el perdón de Dios, aprendemos a perdonar a quienes nos han lastimado, esto nos ayuda a sanar nuestras heridas y a vivir en armonía con los demás.
El amor cristiano implica reconciliarse con los demás, por ello en el Evangelio de Mateo, Jesús enseña:
“si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes” (Mt 6,14). Esta confianza en el amor nos libera del peso de la culpa, al saber que somos amados incondicionalmente por Dios, en consecuencia, no tenemos que cargar con la vergüenza de nuestros errores pasados. En lugar de sentirnos condenados, podemos encontrar consuelo en su amor eterno.
En este sentido, el perdón es un acto de amor que nos permite liberarnos del resentimiento y la amargura, permitiendo que abramos nuestro corazón a la paz.
En conclusión, el amor cristiano se refleja en el amor al prójimo, en la fraternidad universal, en la
caridad y en el perdón.
Autor: Mtro. Jesús Valle Torres, docente de la Universidad Intercontinental (UIC) y Mtro. en Filosofía
de la Cultura
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