Detrás de la palmera
Dejémonos de excusas. Si no queremos que noten nuestros defectos, hagamos lo posible por corregirlos.
En la escuela primaria tenía un compañero que con frecuencia preguntaba ansiosamente si alguien había visto un elefante oculto detrás de una palmera. Nunca faltaba el despistado que respondía que no, para escuchar su burlona respuesta: Pues qué bien se esconde ¿Verdad?
Se dice que en muchos casos se puede saber lo que se oculta por la manera de tratar de esconderlo. Y muchas veces al querer de tapar nuestros defectos solamente acabamos haciéndolos más evidentes. Eso es lo que pasa si intento ocultar un defecto muy grande, usando algo mucho más pequeño.
Seguramente conoces a personas que intentan justificar constantemente su impuntualidad con pretextos como el intenso tránsito o los bloqueos de calles. Y si alguien les sugiere que usen algún sistema de navegación, se escudarán en que la conexión falla o que se quedaron sin pila en el teléfono celular. Así, de pretexto en pretexto se siguen evidenciando como personas que son incapaces de programarse y considerar todos los inconvenientes en una ruta, para poder llegar a tiempo.
Pongo de ejemplo la impuntualidad, pero se podría decir lo mismo cuando intentamos justificar las infidelidades, las mentiras, los robos y todas esas conductas que sabemos que son incorrectas, pero queremos convencernos de que no lo son tanto.
Son situaciones tan gruesas como un elefante y las queremos ocultar detrás de pretextos tan delgados como una palmera.
Dejémonos de excusas. Si no queremos que noten nuestros defectos, hagamos lo posible por corregirlos.
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