Hay ocasiones en que el avance del mal pareciera ser infrenable. Los graves problemas que actualmente vivimos despiertan sentimientos de impotencia y desesperanza, que terminan convirtiéndose en un mal más.
Pero el corazón se llena de esperanza y gratitud cuando escuchas testimonios de vida de personas que sin mayor alarde van transformando su entorno trabajando día a día, persona por persona, mostrándoles un camino diferente, libre de violencia y con la mirada en un horizonte de paz.
Conocí a Joel y Gonzalo en el panel de un curso “Construyendo la paz desde la Familia”; después de una serie de conferencias, ellos con su testimonio nos enseñaron que la paz sí es posible, y además nos compartieron el camino que construyeron para hacerlo.
Se trata de Barrios Unidos en Cristo, una asociación que Joel fundó en Jalisco hace más de dos décadas y trabaja en los ambientes y zonas de alto riesgo, transformando la vida y el futuro de personas que viven situaciones críticas por adicciones, violencia o desintegración familiar.
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Partiendo de su propia historia de violencia intrafamiliar, pandillerismo y adicciones, Gonzalo, con una apariencia ruda y una mirada que transmite paz y alegría, nos relató su apostolado, que lejos de esperar, sale al encuentro del otro y lo busca por las noches y las madrugadas en las esquinas de los barrios peligrosos de Guadalajara para acogerlo y reconocerlo sin importar su aspecto, su pasado y su presente, porque Cristo lo ama y Barrios Unidos le ofrece un desarrollo humano integral.
En una sociedad, como las que describe el Papa Francisco, está impregnada por la cultura del descarte que señala, margina y niega oportunidades, Barrios Unidos en Cristo, con un trabajo silencioso y persistente, lleva esperanza a las comunidades más necesitadas, sembrando la paz y transformando poco a poco los diferentes ambientes.
El relato y vivencia de Joel nos hizo palpar cómo el coraje y la decisión de cambiar de una sola persona, puede transformar el destino de cada uno de los miembros de una familia y darle un nuevo sentido de vida en el que Cristo y el prójimo están siempre presentes.
Erradicar la violencia de los hogares, de nuestro entorno y de la sociedad siempre será posible si llevamos a cada persona y a cada casa una opción de paz, de inclusión y de amor fraterno.
En los difíciles momentos que estamos viviendo, testimonios como éste se convierten en un reto para entender el verdadero sentido de la misericordia que se transforma en acción y amor al prójimo. Gracias por compartirlo.
*Consuelo Mendoza García es ex presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia y presidenta de Alianza Iberoamericana de la Familia.
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