Axiología guadalupana en el ámbito de la familia y la vida doméstica
En una palabra, Nuestra Señora de Guadalupe se reconoce Madre de misericordia del individuo, de la nación y del orbe todo.
Colegio de Estudios Guadalupanos (COLEG) en la Universidad Intercontinental (UIC)
Traer a colación en las cercanías del mes de diciembre a la imagen de la Virgen de Guadalupe de México o bien mencionar la célebre narración del acontecimiento guadalupano, el Nican mopohua (“Aquí se narra”), atribuida al sabio indígena Antonio Valeriano, brinda la oportunidad de poner en relieve unos valores de índole moral que se hallan presentes en ambas expresiones de la devoción a la Virgen Morena.
En primer lugar, en el Sagrado Original Guadalupano se reconocen diversos elementos pictóricos o símbolos que permiten comprender (especialmente al contemplador indígena del s. XVI) un mensaje paradójico de divina preñez de la Virgen del Tepeyac. Primeramente, el denominado “moño negro”, símbolo de embarazo de la mujer indígena y que Guadalupe ostenta en su vientre, enlazado con la célebre “flor” de cuatro pétalos —que es más bien el signo calendárico Nahui Ollin, único en su especie apreciable en el centro del vestido de la virgen—, con que los antiguos mexicanos simbolizaban a la divinidad en abstracto.
Es decir, Nuestra Señora de Guadalupe es virgen, pero lleva a Dios en el vientre. En específico a Jesús, pues porta ella un “collar” (cozcatl) y un “pinjante” (pepeyoctli), forma metafórica de los antiguos mexicanos de representar a la vida que nace o que había nacido. Sólo que ambos, collar y pendiente (lo hemos explicado en reciente número del Boletín del Colegio de Estudios Guadalupanos [Año 2, no. 3]), van signados con un prendedor dorado que ostenta la cruz de Cristo.
Estos símbolos son más o menos conocidos y han merecido variada literatura. Pero aquí conviene resaltar su carácter doméstico, pues ¿qué puede haber más íntimamente familiar que el nacimiento de una criatura, sobre todo en el ámbito de los indígenas mesoamericanos?
Pero también estos valores unitivos que apuntan a la familia y la colectividad se hallan en el contexto del mencionado Nican Mopohua. Y surgen de los propios labios de la Virgen del Tepeyac. Para caracterizarlos recojo un texto mío previamente publicado en el que, con apoyo en tres versículos fundamentales (29-31) de aquella hermosa narración de las apariciones, se cifra lo que denomino trinidad axiológica para los destinatarios del mensaje maternal de María de Guadalupe. Ella…
“1) En primer lugar, le dice a Juan Diego que es Madre de Misericordia de él (NM 29). Y esto se lo dice a un indígena en cuya cultura, antes del contacto con los europeos, no se concedía demasiada importancia al individuo. María dirige, en primer lugar, su mirada compasiva a la persona. La persona en el centro. Además, Ella misma lleva en su vientre virginal a Cristo Jesús, lo que se reconoce por el símbolo Nahui Ollin (4-Movimiento) visible en la túnica de la virgen, y que indicaba, sobre todo a los indígenas en los inicios de la evangelización, que Dios palpitaba en su seno. María habla a la persona y lleva a una Persona en su vientre: Cristo.
2) Pero a continuación, la Virgen de Guadalupe agrega que también es madre misericordiosa de todos los que en esta tierra viven juntos (NM 30). Es decir: Ella, en fecha tan temprana como 1531, pronuncia la primera expresión de mexicanidad en la historia de nuestra nación, antes incluso de que México siquiera existiera como tal. María es genuina anticipadora de la patria mexicana. La palabra náhuatl que usa María es ancepantlaca, esto es: “los que viven en uno”, como en una familia. Pues cencalli, «familia», se dice los de «una» (ce) «casa» (calli). María habla de la patria como de nuestra casa, y de nuestra tierra como de una familia. Guadalupe es familia y nación.
3) Y redondea diciendo que Ella es, también, madre de todas las demás estirpes de hombres (NM 31). Es decir: María dirige su mirada compasiva y respetuosa no sólo a los mexicanos sino a todo el mundo; a una comunidad de personas que a Ella clamen, no por su entera virtud, sino por la de la Persona que palpita en su seno”.[1]
En una palabra, Nuestra Señora de Guadalupe se reconoce Madre de misericordia del individuo, de la nación y del orbe todo. O en otros términos: ternura maternal de María 1) para la persona humana; 2) para la nación simbolizada en una familia y 3) para el mundo como sociedad universal.
[1] Arturo Rocha, “Virgen de Guadalupe: Patrona…”, in: Martha Leticia de la Torre (coord.), PSM. 10 años de impacto social, México: Índice editores, 2019, cap. 1, p. 40; cfr. Arturo Rocha, “El Sagrado Original Guadalupano y la Síndone de Turín: Alfa y Omega de una historia salvífica”, Boletín Guadalupano. Información del Tepeyac para los pueblos de México, Núm. 228, Año XX (mar. 2020), México: Basílica de Guadalupe, pp. 23-25.
Escrito por: Dr. Arturo Rocha Cortés, Colegio de Estudios Guadalupanos de la Universidad Intercontinental (UIC)
*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.