¿Qué nos aconsejaría san Juan Pablo II en esta pandemia?
Al recordar a san Juan Pablo II en su fiesta litúrgica nos preguntamos, ¿qué consejo nos podría dar?
Es escritora católica y creadora del sitio web Ediciones 72, colaboradora de Desde La Fe por más de 25 años.
Esta nota sobre san Juan Pablo II se actualizó por última vez el 21 de octubre de 2021.
San Juan Pablo II sabía mucho de sufrimiento. Lo vio y lo padeció.
Su mamá murió cuando era niño, luego su hermano y su papá. Muy joven se quedó solo. Padeció la guerra. Ya ordenado, fue espiado y amenazado por el gobierno comunista. Siendo Papa le dispararon. Su salud se afectó. Al final de su vida ya no podía sonreír y casi ni hablar. Nos conmovió su gesto de impotencia aquella última vez que se asomó a su balcón y no pudo decir la bendición.
Acudamos a él en busca de consejo, porque ahora somos nosotros los que estamos sufriendo.
Jamás había pasado que todo el mundo sufriera al mismo tiempo. Antes quien vivía una tragedia en un lugar, contaba con otros que estaban bien, para ayudarle. Hoy todos hemos sido afectados. A distintos niveles, todos sufrimos.
Sufren los niños por no poder salir a jugar todo el tiempo que quisieran. Sufren los jóvenes sus planes pospuestos. Sufren las familias, que ven disminuir o desaparecer sus ingresos y viven una forzada convivencia que a veces provoca violencia.
Sufren los ancianos su soledad sin hijos ni nietos. Sufren los sanos miedo a enfermar. Sufren los enfermos la duda de si mejorarán o morirán. Sufren sus seres queridos sin poder verlos. Sufren los deudos. Sufre el personal de salud y quien por su trabajo está en riesgo de contagio. Sufren quienes deben tomar difíciles decisiones. Sufren los fieles, privados de los Sacramentos. Sufren los pastores con sus templos desiertos.
Por todo ello, al recordar a san Juan Pablo II, nos preguntamos, ¿qué consejo nos podría dar?
Con base en su Carta Apostólica Salvifici Doloris, sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano, podemos deducir que nos pediría tener presente lo siguiente:
No durará por siempre
Que el sufrimiento (ese dolor del alma o del cuerpo, que sentimos cuando nos vemos privados de un bien) es pasajero. Forma parte de la naturaleza del hombre, pero Dios lo ha limitado. No durará siempre.
Que no saber por qué sufrimos, aumenta nuestro sufrimiento, así que preguntamos a Dios y Él nos responde. Dice el Papa: “La respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento…ha sido dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo.” (SD #13). “Dios da a Su Hijo al mundo para librar al hombre del mal mediante Su propio sufrimiento.” (SD #14).
Une tu sufrimiento al de Cristo
Cristo asumió todo sufrimiento humano y le dio un sentido redentor, es decir, de salvación. De modo que para no sufrir en vano, inútilmente, sin razón, hemos de unir nuestro sufrimiento al de Cristo. Así le hallaremos sentido, propósito. ¿Qué significa esto? Lo explica el Papa de manera muy bella; dice que quien participa en los sufrimientos de Cristo, participa de Su debilidad e impotencia al morir en la cruz, pero también participa de la fuerza de Su Resurrección. (ver SD #23). Ello permite que quien une su sufrimiento al de Cristo contribuya a su propia salvación y a la de los demás.
Dice el Papa algo impactante: que “en la lucha ‘cósmica’ entre las fuerzas espirituales del bien y las del mal…los sufrimientos humanos unidos al sufrimiento redentor de Cristo constituyen un particular apoyo a las fuerzas del bien, abriendo el camino a su victoria” (SD #27).
¿Te imaginas? Si el niño triste por estar encerrado, el ama de casa agobiada de quehaceres, el trabajador despedido, los viejitos solos, los agonizantes, los deudos que lloran la muerte de seres queridos, y todos los que de uno u otro modo sufrimos en esta pandemia, en lugar de caer en el temor, la ira o la desesperación, unimos nuestro sufrimiento a los de Cristo, no sólo recobraremos la paz, sino ¡contribuiremos a la salvación del mundo!
Sé una fuente de esperanza para los demás
Ruega el Papa: “Les pido a todos los que sufren, que nos ayuden. Precisamente a ustedes, que son débiles, pedimos ser una fuente de fuerza para la Iglesia y para la humanidad. En la terrible batalla entre las fuerzas del bien y del mal que nos presenta el mundo contemporáneo, venza el sufrimiento de ustedes en unión con la cruz de Cristo.”(SD#31).
Este artículo se publicó originalmente en nuestra revista digital. Visita revista.desdelafe.mx