Vuelve el “Angelus dominical”
Mucho antes de aparecer en estas páginas, ya sea por la predicación dominical, por medio radiofónico, por el encuentro personal, o por escrito –en papel y en pantalla-, he buscado que sea su Palabra la que se escuche con calidez
AYER: Fue hace un año (30 de julio) que inicié este formato triangular (ayer, hoy y siempre) poniéndole pausa a lo que por trece años apareció como “Ángelus dominical”. Fue necesario abreviar mi colaboración y así fue. Aunque la extensión en líneas fue menor, el trabajo por abordar tal o cual tópico me resultó mayor. Entre muchos, padezco un defecto que otros sufren más que yo: no sé ser breve. Desde que recuerdo siempre me ha gustado buscar otra perspectiva a la habitual, tratar el asunto con algún sabroso rodeo sin perder el centro, imaginar las cosas en un “metaplano” sin que llegue a rayar en la tontería y hasta hacer proposiciones algo traviesas o atrevidas (y sí, más de una vez se asomó por ahí la imprudencia -¡perdón!-).
HOY: Haciendo balance y revisando tras de mis propias bambalinas, veo conveniente retomar el esquema del “Ángelus dominical”. Y no solo es el hábito con que me acostumbré a llegar hasta ti, amable lector. Me empuja el hecho de abordar tal o cual tema con la suficiencia y amplitud que no cabe en media página. Si esta columna fuera informativa, bastaría dar datos y ya. Si fuera noticiosa, es suficiente relatar la noticia y no más. Si fuera receta, en cinco líneas ya queda listo el guiso. Confieso que cuando escribo no lo hago sólo con el teclado en los dedos y la mirada en la pantalla; sobre todo busco el rostro del destinatario y rebusco en corazón y cabeza el modo de compartir mi fe. No quiero quedarme en una sesuda cátedra ni en una embarradita de mero caramelo que se disuelve con la mínima humedad.
SIEMPRE: Quiero seguir escribiendo porque es parte del ministerio específico que Dios –así me parece- ha marcado para este servidor. La proclamación de su Palabra es lo que me mueve y hacia ella quiero seguir siempre disponible. Mucho antes de aparecer en estas páginas, ya sea por la predicación dominical, por medio radiofónico, por el encuentro personal, o por escrito –en papel y en pantalla-, he buscado que sea su Palabra la que se escuche con calidez y no solo se repita fríamente. Ya se resolverá si podrás leerme de modo impreso o solo en la virtualidad. Yo ahí andaré hasta donde sea posible.