“Del vacío y del cansancio por la entrega”
UNA SENSACIÓN DE MANOS vacías es lo que me atrapa en la conclusión de este año y no la había experimentado en años anteriores (o no le daba mayor atención): doce meses que han transcurrido y parecería que todo el trabajo realizado ha sido tan poco como vano, tan sin sentido como estéril: ¿acaso no […]
UNA SENSACIÓN DE MANOS vacías es lo que me atrapa en la conclusión de este año y no la había experimentado en años anteriores (o no le daba mayor atención): doce meses que han transcurrido y parecería que todo el trabajo realizado ha sido tan poco como vano, tan sin sentido como estéril: ¿acaso no puse todo mi esfuerzo?, ¿por qué el fruto siempre parece pequeño?, ¿en verdad a alguien le aprovechará lo que hice?… TAL VEZ COMPARTAS CONMIGO esta sensación, síntoma de que el tiempo pasa y deja su huella en las canas más numerosas, en las arrugas más pronunciadas, en el cansancio más frecuente, en los achaques más cotidianos, y en el movimiento menos ágil… SIN EMBARGO, RECUERDO lo que le sucede al campesino que siembra cuando cae la tarde: las manos vacías, el cansancio a cuestas, el hambre gigante, y la esperanza fuerte: ¡Dios dará el crecimiento a la semilla y ya llegará el tiempo de la cosecha!… Y AUNQUE NO LLEGUE el mismo campesino a cosechar lo que sembró, ya vendrá otro para aprovechar el esfuerzo y sudor que invirtió al trabajar el campo, pues es la esperanza la que nos mueve a seguir adelante, a pensar no sólo en uno mismo, a generar para los que vienen detrás… LEVANTO LA MIRADA Y VEO el trabajo de tantos que nos han precedido a lo largo de siglos y en todos los rumbos del planeta: unos aprendieron a utilizar el fuego o la piedra, otros inventaron la rueda o la escritura, aquellos cruzaron mares y compartieron experiencias, otros más edificaron puentes y abrieron caminos, y todos sumando para lograr lo que hoy disfrutamos… ASÍ QUE LA CONCLUSIÓN de un año es oportunidad para hacer cuentas no sólo de lo que cada uno hace, sino también de lo que vamos logrando como familias, como sociedad, como humanidad: somos el resultado del esfuerzo de muchos y nos hemos ido enriqueciendo hasta llegar a un Año Nuevo, hasta otra oportunidad para ser útiles a los que vendrán… LO VIVIDO EN LA PANDEMIA (a nivel macro y a nivel micro) me ilustró que aún mi propio cuerpo colabora –sin que yo lo quiera o lo decida- en la generación de nuevos anticuerpos que se van sumando a lo que produce “el resto de la manada”; y si me pongo un tanto exagerado, diré que hasta muertos seguimos colaborando al volver al polvo de donde salimos… ASÍ QUE DOY UNA PALABRA de gratitud tanto a los que vivieron en las cavernas, como a los que trabajaron en el Renacimiento, a los aborígenes de Australia y a los esquimales del siglo XX, a los que nos dejaron tanta geometría y a los que domesticaron el arroz y el maíz, a los que se les ocurrió el bacalao con alcaparras y aceitunas, propio de estos días… AYER POR LA MAÑANA vino Alejandro y me participaba sentimientos de frustración y abandono, tal como comenté al inicio, y escuchándolo y platicando con él, salía la comparación con el campesino que ya comenté y que nos recuerda una de las parábolas de Jesús: salió el sembrador y parte de la semilla cayó en tierra de camino, otra en tierra pedregosa, una más entre espinos, y también llegó la semilla a tierra buena… AYER POR LA NOCHE veía uno de tantos documentales serios que hay en internet sobre una ciudad que floreció hace cinco mil años y está perdida en la inmensidad del desierto: ¡en otro tiempo pasaba por ahí un río y la abundancia se nota en los restos de alfarería bellamente decorada con palmas, frutos y animales!, además, ningún indicio de armas o mecanismos de guerra; tal civilización de entonces, nos sigue heredando su historia apenas delineada en restos que poco a poco salen a la luz… QUIERO TERMINAR ESTA COLUMNA –y también el año 2024- con una plegaria que consista en ver mis manos vacías, mis pies cansados, mi corazón abierto a seguir ofreciendo lo que Dios nos concede; una plegaria que no sea de palabras sino del pasado vivido y ofrecido a Dios, del esfuerzo puesto y desgastado en lo que la Providencia Divina nos puso delante… PIENSO QUE UNA PLEGARIA que podría llamarse “del vacío y del cansancio por la entrega”, es más grata a Dios que una oración por acabar satisfechos y descansados, con las manos llenas por ambición y el corazón cerrado por miedo; ¡sí!, que Dios nos conceda terminar vacíos y cansados, para que sea Él quien nos llene y nos otorgue su descanso…
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