Busquemos la unidad en la fe
El don precioso de la unidad es fruto del Espíritu Santo y no de estadísticas o tendencias teológicas,
AYER: Para muestra basta un botón: en los siglos XIV y XV Juan Wiclef (inglés) y Juan Hus (checo) profesores, predicadores y teólogos en sus respectivos países, fueron antecedente de lo que en el siglo XVI Lutero (alemán) y Calvino (suizo) harían con mayor amplitud. De todos ellos habría que rescatar su espíritu crítico, su amor por Cristo, su voluntad de reforma eclesiástica. Se enfrentaron –muy cierto- a una estructura de poder y control propia de su época que terminó por excluirlos y condenarlos. Con los años, sus seguidores fueron parte de guerras en donde se mezcló la política, la identidad nacional, la religión, y hasta el mismo idioma propio. En temas como la presencia de Cristo en la Eucaristía, la autoridad en la Iglesia, su autonomía respecto al poder político o la libertad de predicación, se dieron posturas extremas por demás contrastantes.
HOY: En el Vaticano, el Sínodo de los Obispos está a mitad de sus sesiones y los medios de comunicación –en un buen esfuerzo- difunden noticias pero no siempre completas, no siempre equilibradas, no siempre precisas. Es difícil abarcar todos los puntos de vista y la infinidad de detalles. ¡Hasta en un partido de futbol se multiplican las opiniones más disparatadas! Recordemos que los participantes en el Sínodo proceden de todo el mundo, que tienen diversa formación y circunstancia, que están ahí para dialogar, es decir, para hablar y escuchar, no para imponer su criterio a como dé lugar ni para cancelar al otro por diferente.
SIEMPRE: En Getsemaní y antes de su pasión, Jesús pidió por sus discípulos (¡por nosotros!) para que seamos uno como Él y el Padre son Uno. El don precioso de la unidad es fruto del Espíritu Santo y no de estadísticas o tendencias teológicas, ni de posturas progresistas o conservadoras, mucho menos de los vaivenes de la moda o de condescendencias ideológicas. Busquemos la unidad en la fe y el servicio más que la uniformidad en requisitos y trámites; anhelemos la entrega auténtica (en familia y en parroquia) más que la sonrisa forzada; oremos para que el Papa y los Obispos nos conduzcan debidamente y evitemos situaciones como las de antaño.