Ángelus dominical: Cuba clama lo que todo ser humano, Patria y Vida…
Subsiste una condición humana y unos derechos naturales que nos hermanan hasta a las naciones más dispares.
FUI A QUE ME SACARAN una radiografía y no salió nada; intenté con análisis especializados de sangre, y nada; me atreví a una tomografía, y nada; estoy a la espera de resultados de investigación genética y ya sé que no saldrá nada: ¡ningún vínculo que la ciencia médica pueda detectar me ata al pueblo cubano!, pero entonces ¿por qué me duele tanto lo que está sucediendo en Cuba?…
TAMPOCO TENGO amigos o feligreses cubanos, ni he tenido la oportunidad de visitar la isla, ni estudié su historia, ni se me ha ocurrido asomarme a su cultura y tradición, en mi infancia algo escuché de una clásica producción radiofónica (La Tremenda Corte) y en mi juventud algo de su Nueva Trova junto a lo que que se oye en tantos bailes de barrios chilangos; lo poco que sé de esa nación hermana es de dominio público y casi superficial y por eso sigo con mi pregunta: ¿por qué me duele tanto lo que sucede en Cuba?…
ESTÁ SONANDO una canción (estrenada el 16 de febrero pasado) que al parecer será un vehículo de la emancipación cubana que ya se asoma, en su ritmo se percibe la sustancia de lo que está conformado cada habitante de ese país (calor y color), y su mismo título sonaría a desafío si es que no fueran dos sustantivos imprescindibles en toda época para los pueblos todos: Patria y Vida…
YA DIJE EL DOMINGO pasado que también me duele todo lo que está sucediendo en Michoacán y Tamaulipas, y que si menciono a Cuba tal vez será porque las circunstancias y los tiempos, así como las personas involucradas de una y otra parte de los conflictos también son peculiares: en nuestra patria tal vez hemos dejado -por negligencia o inconsciencia, o por lo que se te ocurra decir- que crezca un monstruo y en Cuba parece que el monstruo no ha dejado crecer a los cubanos; aquí en México tal vez podemos correr masivamente hacia el norte, pero en la isla ni para dónde aventurarse…
HACE MÁS DE VEINTE años vino un par de estudiantes cubanos a unos cursos de verano, y sin que nada me vinculara a ellos pero conociendo su situación y estando en mi posibilidad les pude ofrecer un poco de solaz y descanso: al principio argumentaron que no tenían dinero pero les dije que todos los gastos iban por mi cuenta y aceptaron con cierta reticencia y duda mi buena voluntad (¡se les notaba el miedo social y político!), y la tarde y noche de cine y cena resultó para ellos una tremenda muestra de la libertad que no tenían en su nación…
SUS PREGUNTAS ERAN propias de un par de chiquillos inocentes e ingenuos, y me di cuenta que debía ser muy paciente y comprensivo: que si la gente era dueña de sus autos, que si las personas podían salir a la calle y entrar en un teatro o cine sin que nadie dijera nada, que si en el expendio de flores todos podían comprar lo que quisieran, que cómo se llamaban esas flores (les dije que eran girasoles), que cómo se llamaban aquellas otras (les dije que eran rosas y que había de varios colores), ¿y aquellas de allá que están tan bonitas? (les dije que se llamaban gladiolas)…
ACABADA LA INVITACIÓN volví a mis aposentos sintiéndome como si yo fuera un nuevo Moisés que acababa de sacar a los hebreos del yugo del faraón y conservo el recuerdo de sus rostros emocionados y sus corazones agradecidos; supe que regresaron a su patria y ya no supe más de ellos; no obstante, recuerdo la anécdota y debo sumirme en un pozo de humildad reconociendo que no hice sino un poco para alegrar una tarde a aquellos dos hermanos extranjeros…
TODA FRONTERA parece una cicatriz que se repite en cada latitud del mapa mundial, y toda frontera también señala cierta homogeneidad para los habitantes de las naciones, pero más allá de lo que se ha definido a base de guerras, conquistas, lenguas o simplemente por la geografía más elemental (como el hecho de ser una isla), subsiste una condición humana y unos derechos naturales que nos hermanan hasta a los más dispares: ¿qué tienen en común un japonés y un guatemalteco?, ¿qué conservan por igual los miembros de una tribu centroafricana y los esquimales?, ¿qué subsiste en los malgaches y en los sajones?: todos somos seres humanos y todos necesitamos lo que hoy claman los cubanos: Patria y Vida…
DISCULPA, AMABLE LECTOR, si hoy te agobio con mi dolor, pero permíteme dejar constancia de mi anhelo y mi deseo retomando el salmo 66 (¡A Dios den gracias los pueblos!), o el salmo 117 (¡Aclama al Señor tierra entera, sirve al Señor con alegría!), o el salmo 150 (¡Todo lo que vive, alabe al Señor!), y que hoy aplico a lo que espera el pueblo cubano…
EL SEGUNDO HIMNO nacional mexicano (así se pregona por doquier) dice sin más: “canta y no llores, porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones”; que valga un pequeño cambio para referirme a los hermanos de la gran isla del Caribe: “baila y no llores, porque bailando se alegran, cubanos libres, los corazones”…
El padre Eduardo Lozano es sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México.
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