¿Quién tuvo la razón: el sacerdote, la mamá o las mujeres del equipo de liturgia?
¿Qué podemos aprender de este episodio ocurrido en México? El P. Medel reflexiona sobre lo que se debe hacer cuando un niño llora en Misa.
Circula en internet un video en el que un sacerdote reprende a la mamá de un niño que llora en Misa. El tema no es nuevo, ni tampoco el debate que suscita. No obstante, genera gran inquietud y muchas preguntas que esperan respuesta.
En este marco, el padre José Alberto Medel, responsable de Liturgia de la Diócesis de Xochimilco en la Ciudad de México, analiza el contenivo viral y brinda argumentadas reflexiones que dan luces al respecto.
Explica el P. Medel:
Esto debe dejarnos más enseñanzas que suscitarnos críticas, porque aquí podría detenerme en un rosario largo de observaciones en todo lo que se mira allí.
¿Tuvo la razón el sacerdote?
Lo primero que destaca el padre José Alberto Medel sobre lo que ocurre, es la necesidad de recordar las palabras del papa Benedicto XVI, quien afirma que “la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la Eucaristía bien celebrada”.
No obstante, a juzgar por el audiovisual, aparecen “muchos detalles en los que el propio sacerdoteno está mostrando el cuidado y el decoro” que reclama la Misa. En tal sentido, aunque la observación pueda ser justa en cuanto al lugar, el momento y el tono, “parece más bien imprudente”.
¿Tuvo la razón la madre del niño que llora en Misa?
El padre José Alberto Medel también se refiere a la actitud de la madre, quien publicó otro video de ella misma donde “expone las razones por las cuales hizo la publicación en redes sociales y sobre su sentir en concreto de este momento”.
“Ella reconoce que pudo haber procedido de otra manera, aunque no deja de defenderse echándole la culpa al sacerdote de quien, según dice ella misma, ya hay antecedentes e incluso quejas”, agrega.
Entonces, ¿quién tuvo la razón?
No hay una fórmula mágica para esto -advierte el padre José Alberto Medel- no hay una norma precisa para poder decir: ‘esto está bien’, ‘aquello está mal’; ‘éste pierde, éste gana…’
“Tenemos que aprender, porque estas cosas pasan y seguirán pasando. Es algo que se expuso en los medios de comunicación y mal hacemos (nosotros), contribuyendo al linchamiento, o apoyando también posturas que son cuestionables”.
Cuidemos la Eucaristía
¿Y qué decir de las dos mujeres del equipo de liturgia que intervienen en la confrontación entre el sacerdote y la mamá del niño que llora en Misa?
En este sentido, el padre Medel considera que en la Iglesia existe una cuota de responsabilidad compartida:
“Creo que en cada comunidad, cada sacerdote sabe lo que tiene que hacer, pero también los laicos deben saber lo que tienen que hacer. Yo creo que el justo medio, o la actitud apropiada, surgirá cuando todos, respetando y teniendo a la Eucaristía como lo más importante y sagrado de nuestra fe, contribuyamos para que siempre así sea”.
En cuanto al sacerdote, el padre José Alberto Medel insiste:
“Es importante actuar siempre con prudencia, pues la calma, la cordura, como jefes, como cabeza, como pastores de la comunidad que somos, nunca van a estar de más, aunque tengamos razón en lo que queremos decir”.
Por último, se dirige a todos para indicar que debe privar “el cuidado, la salvaguarda y la máxima devoción al Santísimo Sacramento de la Eucaristía, al que todos tenemos el derecho de participar con decoro y en condiciones que nos permitan celebrarlo con auténtica fe, con devoción, con conciencia, con concentración para sacar el mayor fruto”.
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“Un niño corregido con amor se siente tenido en cuenta”
El video hace recordar una audiencia papal. Desde la Plaza de San Pedro, el miércoles 31 de octubre de 2012, el papa Benedicto XVI recordó que “la Iglesia es la Madre de todos los creyentes. ‘Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre’ [san Cipriano]’ (n. 181)”.
Por ende, somos hijos, unos hijos que deben ser formados y también fraternamente corregidos, sin violencia y con amor. En este aspecto, resultan esclarecedoras las palabras del papa Francisco recogidas en su exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia:
“Un niño corregido con amor se siente tenido en cuenta, percibe que es alguien, advierte que sus padres reconocen sus posibilidades. Esto no requiere que los padres sean inmaculados, sino que sepan reconocer con humildad sus límites y muestren sus propios esfuerzos para ser mejores. Pero uno de los testimonios que los hijos necesitan de los padres es que no se dejen llevar por la ira”.
“El hijo que comete una mala acción debe ser corregido, pero nunca como un enemigo o como aquel con quien se descarga la propia agresividad. Además, un adulto debe reconocer que algunas malas acciones tienen que ver con la fragilidad y los límites propios de la edad. Por eso sería nociva una actitud constantemente sancionatoria, que no ayudaría a advertir la diferente gravedad de las acciones y provocaría desánimo e irritación” (Amoris Laetitia, 2016, n. 269).
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