Mixquic, el lugar donde ‘conviven’ vivos y muertos
Ubicado en la nueva Diócesis de Xochimilco, en Mixquic, uno de los barrios mágicos de la CDMX, se conmemora a los Fieles Difuntos de forma única.
Al caer el sol, el panteón de la Parroquia de San Andrés Apóstol en Mixquic, queda iluminado por cientos de veladoras, y el ambiente se perfuma con el cempasúchil, los alhelíes y el copal que dan la bienvenida a los visitantes.
La Conmemoración de los Fieles Difuntos es una de las tradiciones más arraigadas en esta zona de la Ciudad de México, pues San Andrés Mixquic forma parte de los siete pueblos originarios de la alcaldía de Tláhuac, y de los 21 barrios mágicos con que cuenta la capital del país.
Revivir los recuerdos
“Recordar es una forma de prolongar la vida”, es frase muy popular entre los lugareños, pues describe su arraigo a esta tradición que, de acuerdo con los historiadores, tiene más de 400 años.
Los preparativos comienzan con la fiesta de San Miguel Arcángel. “Ese día la gente viene a limpiar el panteón, para luego poder esparcir los pétalos de cempasúchil, que, según la tradición prehispánica, tienen el propósito de guiar el camino de los muertos hacia sus familiares”, comenta el padre Florentino Martínez, párroco de San Andrés.
La noche del 31 de octubre, las personas adornan la fachada de sus casas con faroles en forma de estrella, y al día siguiente acuden al panteón para adornar las tumbas de sus familiares difuntos con las tradicionales flores de ‘los 400 pétalos’, el cempasúchil.
Las “últimas moradas” también son cubiertas por la flor llamada ‘Mano de león’, como símbolo de la sangre de Cristo y de la Resurrección. En algunas tumbas destacan además “alhelíes” y “nube”, flores blancas que recuerdan las ánimas de los niños difuntos.
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La noche de las veladoras
A mediodía del 1 de noviembre, resuenan doce veces las campanas de la Parroquia de San Andrés Apóstol, pues llaman a participar en la Solemnidad de Todos los Santos, y nuevamente las familias acuden al camposanto para dejar juguetes, alimentos o bebidas que el difunto disfrutaba consumir en vida.
En ninguna de las tumbas falta el agua que representa la vida y que, de acuerdo con las tradiciones prehispánicas, se ofrece a las ánimas para que sacien su sed después del largo camino recorrido; tampoco falta la sal, elemento de purificación, y las veladoras que simbolizan la luz de la fe.
Durante todo el día, el vaivén de personas es constante, y al anochecer la gente se prepara para desvelarse con sus familiares y amigos difuntos.
Al día siguiente, el 2 de noviembre, vuelven a sonar las campanas al mediodía para iniciar formalmente la Conmemoración de los Fieles Difuntos.
Ese día, en punto de las 18:00 horas, comienza la “Alumbrada”, también conocida como la noche de las velas, en la que los familiares encienden el mayor número de veladoras y cirios, pues, según sus creencias, esa luz iluminará el camino de las ánimas para ir al encuentro de sus familiares, quienes, hacen oraciones, cantan y encienden incienso.
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