¿Qué es Corpus Christi, la fiesta del cuerpo y la Sangre de Cristo?
Es una celebración especial en la que se realza la presencia real de Jesús en el Sacramento de la Eucaristía.
La fiesta de Corpus Christi (el Cuerpo de Cristo), es una celebración especial en la que se realza la presencia real de Jesús en el Sacramento de la Eucaristía.
Se le dio el nombre de la Fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, después de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, y se celebra el jueves siguiente a la octava de Pentecostés.
Los orígenes de la fiesta de Corpus Christi se remontan al S. XI, cuando Berengario de Tours negó la presencia real de Cristo en la Eucaristía.
Esta doctrina herética, -semejante a las de los evangélicos de hoy-, fue condenada oficialmente por el Papa Gregorio VII en 1079 y entonces la Iglesia de dio cuenta de la necesidad de fomentar el culto a la presencia de Cristo en la Eucaristía.
Es entonces cuando se formula el mandamiento de comulgar por lo menos una vez al año, por Pascua Florida.
De ahí que se acostumbra exponer el Santísimo en una custodia especial, elevar la hostia y el cáliz en la Santa Misa y visitar al Santísimo en el sagrario.
Sin embargo, no hay que perder de vista que la Iglesia acostumbra, desde sus inicios, el reservar el pan eucarístico en un depósito especial para su distribución a los enfermos que no pueden asistir a la santa misa.
También es la fiesta de los Manueles
Manuel y Emmanuel, son nombres propios que nunca han pasado de moda y que significan “Dios con nosotros”, por ello es que este jueves de Corpus Christi también es la fiesta de Manuel, pues Dios que está en espera de que acudamos a recibirlo para estar con nosotros.
Pero como en nuestro país el Corpus es el día de las mulas, a los Manueles los bromeamos dándoles ese sobrenombre.
Corpus Christi, una tradición con muy buenos resultados
La Fiesta del Corpus Christi fue bien recibida en México y revestida con el colorido de la religiosidad popular.
Ni siquiera las leyes anticlericales vigentes durante tanto tiempo pudieron arrancar las costumbres eucarísticas de nuestro pueblo.
Durante la Colonia, la procesión del Corpus era un gran acontecimiento. Un verdadero desfile en el que participaban las autoridades civiles, militares y religiosas de cada pueblo.
Después de la Independencia, poco a poco, la solemne procesión se limitó a los atrios y a los recintos interiores de los templos.
A partir del reconocimiento de la existencia de las diferentes Iglesias, hace unos cuantos años, parece que podemos gozar de nuevo del derecho a adorar a Cristo en un acto de culto público, como es nuestra procesión de Corpus.
El esfuerzo de la Iglesia para que los fieles adoraran la presencia real de Jesús en la Eucaristía dio resultados sorprendentes.
Por ejemplo: la Adoración Nocturna, los santos jubileos, los congresos eucarísticos, las horas santas, las exposiciones solemnes de la Eucaristía y la bendición con el Santísimo, las procesiones eucarísticas, la visita de las siete casas, la celebración de cualquier acontecimiento con una Misa.
La religiosidad popular en Corpus Christi
A la procesión acuden los papás con sus niños pequeños vestidos de “inditos”. Ellos con su calzón y su camisola de manta y con un bigote pintado con corcho quemado; ellas con su huipil (blusa) y su chincuete (falda), ambos con guaraches y huacales llenos de frutas y golosinas.
La foto es obligada, pero ¿de dónde nos viene esa costumbre?
Las poblaciones indígenas de los alrededores de la Ciudad de México acostumbraban estrenar los grandes días de fiesta. Bajaban al centro con sus trajes típicos y con sus bestias adornadas y cargadas de mercaderías que vendían en la inevitable feria común.
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Este parece ser el origen de comprar y regalar mulitas hechas de barro, de palma o de algún otro material que se venden a la salida de los templos. Por eso es el día de las mulas.
La mulita de San Antonio de Padua
Sin embargo, también se dice que la tradición de las mulitas puede venir de un ejemplo eucarístico que contaban los franciscanos.
La anécdota cuenta que San Antonio de Padua, logró convertir del judaísmo a Guyaldo que aceptó en todo a su nueva religión, menos en creer en la presencia de Cristo en la Eucaristía.
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El nuevo cristiano, aún incrédulo, retó al Santo a un extraño experimento. Él tendría a su mula sin comer por varios días y después le mostrarían, al mismo tiempo, un montón de pienso (comida) y una custodia con la hostia consagrada.
San Antonio aceptó el reto y cuando la mula hambrienta vio la Eucaristía, dejó el pienso y ¡se arrodilló ante el Santísimo!, para vergüenza de su amo que cayó postrado de rodillas ante Cristo en la Eucaristía y de allí en adelante no volvió a dudar.
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