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Ellos son los 3 sacerdotes que murieron heroicamente en la tragedia del Titanic

En la película Titanic, de James Cameron, hay una escena en la que se muestra a un sacerdote brindando ayuda espiritual a los desesperados tripulantes, que hacen lo posible por salvar la vida, en medio de la tragedia por el choque del barco con un iceberg en el Atlántico Norte. Esta escena fue inspirada, quizás, en un hecho real, pues a bordo del trasatlántico británico iban tres sacerdotes que perdieron heroicamente la vida, junto con otras 1,500 personas, en el naufragio más famoso de la historia, en el que sobrevivieron unos 700 tripulantes, aproximadamente.

Los tres sacerdotes eran de diferentes nacionalidades, no se conocían entre sí, y viajaban por razones muy distintas. Eran, el padre Thomas Byles, de 42 años y de origen inglés; el padre Josef Benedikt Peruschitz, de 41 años, nacido en Alemania, y el padre lituano Juozas Montvila, de apenas 27 años, casi recién ordenado. Sus cuerpos nunca fueron recuperados.

En internet se pueden encontrar varios testimonios de sobrevivientes, en torno al testimonio que dieron los sacerdotes durante la noche del 14 de abril y la madrugada del 15 de abril de 1912.

El padre Thomas Byles

Del padre Tomas Byles, uno de los sacerdotes que iba en el Titanic, una persona de nombre Helen Mary Mocklare, narra que, cuando se produjo el accidente, dejaron sus literas para averiguar lo que había sucedido.

Entonces “vimos ante nosotros, bajando por el pasillo, con la mano levantada, al padre Byles. Lo conocíamos porque nos había visitado varias veces a bordo, y nos había celebrado la Misa esa misma mañana”.

La sobreviviente recuerda que el sacerdote hacía grandes esfuerzos por tranquilizar a los tripulantes, y pasó por la tercera clase dando la absolución, bendiciendo y compartiendo palabras de aliento.

También organizó un Rosario, al que muchos se unieron, incluso sin ser cristianos.

Fue la boda del hermano del padre Thomas, de nombre William, lo que llevó al sacerdote a subir al Titanic. William se había mudado a Nueva York porque se iba a casar con una joven de Brooklyn.

William le había pedido al padre Thomas que oficiara la ceremonia que se llevaría a cabo en la iglesia católica de St. Augustine.

El padre Jouzas Montvila

Del padre Jouzas Montvila, el lituano, se sabe que abordó el Titanic en Southampton, Inglaterra, con un boleto de segunda clase.

Según un conocido de la hermana del sacerdote, que vivía en el barrio lituano en Brooklyn, se dirigía a Estados Unidos para dirigir una parroquia en esa comunidad en crecimiento.

Sin embargo, existen otras versiones que aseguran que se dirigía a Worcester, Massachusetts, para servir como párroco la nueva parroquia lituana de San Francisco.

Según algunos informes, tras el accidente, “el joven sacerdote lituano, Juozas Montvila, cumplió su vocación hasta el final”, negándose a ocupar uno de los botes salvavidas, y prefiriendo atender espiritualmente a quienes no tuvieron el privilegio de subir a uno.

Cabe mencionar que Lituania el padre Montvila es considerado héroe, e incluso, la Iglesia local valora su causa de canonización.  

El padre Benedikt Peruschitz

Sobre el religioso benedictino alemán, Benedikt Peruschitz, el tercero de los sacerdotes que iba en el Titanic, se tiene información de que también viajaba en segunda clase.

Se dirigía a los Estados Unidos para incorporarse como formador en la Abadía de San Juan en Collegeville, Minnessotta.

Algunos testigos aseguran que la última vez que lo vieron se encontraba rezando el Santo Rosario con un grupo de personas, después de negarse a subir a uno de los botes salvavidas.

Hay sobrevivientes que aseguran haberlo visto, desde los pequeños botes, como se hundía con los brazos levantados hacia el cielo.

Actualmente, una placa conmemorativa en el monasterio de Scheyern, en Baviera, Alemania, recuerda que el padre Peruschitz “Sacrificó piadosamente su vida”.

El caso del seminarista

Pero en el Titanic también se encontraba un seminarista de la Compañía de Jesús, que salvó la vida porque bajó del trasatlántico en Queenstown, Irlanda, última escala en Europa antes de partir hacia el continente americano.

De hecho, la última fotografía del capitán Edward John Smith la tomó justamente él. Su nombre era Frank Browne y tenía entonces 32 años.

Se encontraba en el barco gracias a que su tío, Robert Browne, entonces obispo de Cloyne (Irlanda), le había regalado el billete de viaje en primera clase.

Se cuenta que, estando a bordo del Titanic, una pareja de norteamericanos le ofreció a completarle el viaje hasta los Estados Unidos para vivir la aventura. Entusiasmado, el seminarista envió un telegrama al provincial de Dublín para solicitar el permiso, pero éste respondió: “Baje de ese barco”.

La obediencia le valió la vida.

RDAF

DLF Redacción

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