¿Puedo ser católico sin aceptar el Concilio Vaticano II?

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¿Puedo ser católico sin aceptar el Concilio Vaticano II?

El Concilio Vaticano II no cambió la fe, sino el lenguaje: impulsó una liturgia más cercana en la lengua propia de cada comunidad y abrió a la Iglesia al mundo.

26 agosto, 2025

¿Puede un católico rechazar lo que establece el Concilio Vaticano II para toda la Iglesia? La respuesta es que no está permitido, aunque conviene reflexionar sobre las razones de ese rechazo y comprender el contexto en torno a esta inquietud.

Un concilio es una asamblea extraordinaria de la Iglesia que, a diferencia de otras reuniones, tiene la facultad de emitir decisiones con carácter vinculante. Convocado de manera formal y con la participación de obispos y expertos, en él se estudian y debaten cuestiones centrales de la doctrina y la disciplina eclesial.

El padre Mario Ángel Flores Ramos, sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México, aborda este tema recordando que, a lo largo de la historia, la Iglesia ha marcado etapas fundamentales mediante grandes concilios. Entre ellos destaca “uno importantísimo: el Concilio de Nicea”, celebrado en el año 325, hace 1,700 años, y del cual surgió el Credo que los católicos proclamamos cada domingo en la Misa.

“Fruto de aquel concilio —explica el padre Ramos— fue la formulación precisa de la fe: creemos en un solo Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo; un solo Dios en tres personas”.

Dos grandes frutos del Concilio Vaticano II

El sacerdote explica que los concilios han dado aportes decisivos para la vida de la Iglesia, y subraya la relevancia de uno muy cercano en el tiempo: el Concilio Vaticano II, celebrado hace poco más de 60 años. De él se desprenden dos grandes ejes:

  1. Una Iglesia que se actualiza en sus formas. El Concilio impulsó una renovación litúrgica, especialmente en el lenguaje, lo cual significó una actualización externa, sin alterar el fondo de la fe.
  2. Una Iglesia que se abre al mundo. No se centra únicamente en sí misma, sino que asume con renovado impulso la misión de anunciar el Evangelio a todos.

El sacerdote también advierte que, en este contexto, el mundo parece más grande, pero en realidad se ha hecho más pequeño gracias a la interconexión: la comunicación es inmediata y los medios de transporte permiten desplazamientos rápidos a cualquier lugar.

Como fruto de este Concilio, hoy contamos con una Iglesia más cercana, con una liturgia en lengua propia y con un renovado llamado a caminar juntos en la fe.a;  por ende, una liturgia más sencilla que está al alcance de todos para la celebración de la fe”.

“¡El concilio no cambia la fe!”

El padre Mario Ángel Flores Ramos aclara que el Concilio Vaticano II no cambió la fe: la Iglesia sigue creyendo en Cristo, en Dios, en los sacramentos, en la salvación y en la vida eterna. Lo que se transformó fue el lenguaje, pues la Iglesia está llamada a actualizar sus formas sin alterar el contenido de su fe.

En este sentido, explica que el Concilio no prohibió el uso del latín, sino que impulsó la celebración de la liturgia en la lengua propia de cada comunidad. De esta manera, los fieles pueden escuchar la Palabra de Dios y dirigirse a Él en su idioma, lo que facilita una participación más plena en la celebración.

“Debemos celebrar la fe para alabar a Dios en el idioma de cada uno de nosotros. Escuchar la palabra de Dios en nuestro idioma. Dirigirnos a Él en nuestro idioma. Y esto no es romper la fe; al contrario, ¡es celebrar mejor nuestra fe! Eso es Vaticano II, una actualización”.

Un requisito de Benedicto XIV

El padre Mario Ángel Flores recuerda que, casi 50 años después del Concilio Vaticano II, el papa Benedicto XVI publicó un documento en el que aclaró que el uso del latín en la liturgia no está prohibido, pero estableció una condición esencial: solo puede emplearse si quienes participan lo comprenden. La Iglesia, explica, no se opone al latín, sino a que los fieles reciten o escuchen palabras cuyo sentido desconocen, pues la oración y la proclamación de la Palabra requieren comprensión para ser vividas plenamente.

Por ello, la actualización impulsada por el Concilio Vaticano II busca favorecer una participación más consciente y cercana. El llamado es a vivir su espíritu: ser una Iglesia que se renueva y que sale al encuentro del mundo para anunciar a Cristo en todos los rincones de la tierra.



Autor

Ingeniero Mecánico y periodista. Ex editor de medios católicos con rica experiencia en el desarrollo de contenido SEO, branding y manejo estratégico de plataformas digitales.