La petición que le hizo el Papa Benedicto XVI a los laicos mexicanos hace más de 30 años
El 6 de mayo de 1990, el papa Benedicto XVI se dirigió al mundo teniendo como escenario la Basílica de Guadalupe. Lo hizo en el marco de una especial celebración. “Desde el corazón de México que es Guadalupe bendigo a todos y os encomiendo a la protección de la Virgen”
Era domingo. Y el papa Benedicto XVI se encontraba de visita en México, en una basílica que es lugar emblemático para los católicos en Latinoamérica. “Desde el corazón de México que es Guadalupe bendigo a todos y os encomiendo a la protección de la Virgen”, pronunció entonces.
En un par de meses, este 2024 se cumplen 34 años de aquella visita papal en la que el entrañable pontífice pisó las tierras de la nación azteca con motivo de la ceremonia de beatificación de Juan Diego y otros siervos de Dios.
En ese marco, Desde la fe rescata parte del mensaje y una muy especial invitación a los mexicanos que, 34 años después, está más vigente que nunca.
Ese domingo 6 de mayo de 1990 realizaba el Papa su segunda visita pastoral a México, y de dirigía a la nación desde el sitio de las famosas apariciones marianas en la advocación de Nuestra Señora de Gudalupe, el Tepeyac.
Desde la Basílica de Guadalupe
Lo calificó como “un lugar particularmente sagrado” y abundó: “He venido de nuevo a vuestra tierra para confesar ante vosotros y con todos vosotros, la fe común en Cristo, el único Redentor del mundo”.
“Cristo, Redentor del mundo, está presente en la historia, generación tras generación, por medio de su Santísima Madre, la misma que lo dio a luz en Belén, la misma que estaba junto a la cruz en el Gólgota”.
“Cristo, pues, por medio de la Virgen María, ha entrado en las vicisitudes propias de todas las generaciones humanas, en la historia de México y de toda América. El lugar en el que nos hallamos, la venerada basílica de Guadalupe, confiere a este hecho salvífico un testimonio de insuperable elocuencia”.
El testimonio de san Juan Diego
En cuanto al santo mexicano Juan Diego, el papa Benecdicto XVI recordó que en los albores de la evangelización de México tiene un lugar destacado y original el hasta entonces entonces beato, cuyo nombre indígena, según la tradición, era Cuauhtlatóhuac, “Aguila que habla”.
Sobre este personaje, dijo que “su amable figura es inseparable del hecho guadalupano, la manifestación milagrosa y maternal de la Virgen, Madre de Dios, tanto en los monumentos iconográficos y literarios como en la secular devoción que la Iglesia de México ha manifestado por este indio predilecto de María”.
“A semejanza de los antiguos personajes bíblicos, que eran una representación colectiva de todo el pueblo, podríamos decir que Juan Diego representa a todos los indígenas que acogieron el Evangelio de Jesús, gracias a la ayuda maternal de María, inseparable siempre de la manifestación de su Hijo y de la implantación de la Iglesia, como lo fue su presencia entre los Apóstoles el día de Pentecostés”.
“Las noticias que de él nos han llegado encomian sus virtudes cristianas: su fe sencilla, nutrida en la catequesis y acogedora de los misterios; su esperanza y confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y pobreza evangélica”.
“Llevando vida de ermitaño aquí, junto al Tepeyac, fue ejemplo de humildad. La Virgen lo escogió entre los más humildes para esa manifestación condescendiente y amorosa cual es la aparición guadalupana. Un recuerdo permanente de esto es su rostro materno y su imagen bendita, que nos dejó como inestimable regalo. De esta manera quiso quedarse entre vosotros, como signo de comunión y de unidad de todos los que tenían que vivir y convivir en esta tierra”.
La invitación de Benedicto XVI a los laicos
En este marco, el papa hizo un particular llamado a los mexicanos, una invitación que 34 años después está más vigente que nunca:
“El reconocimiento del culto que, desde hace siglos, se ha dado al laico Juan Diego, reviste una importancia particular. Es una fuerte llamada a todos los fieles laicos de esta nación para que asuman todas sus responsabilidades en la transmisión del mensaje evangélico y en el testimonio de una fe viva y operante en el ámbito de la sociedad mexicana”.
“Desde este lugar privilegiado de Guadalupe, corazón del México siempre fiel, deseo convocar a todo el laicado mexicano a comprometerse más activamente en la reevangelización de la sociedad”.
En ese mismo mensaje, insistió el papa Benedicto XVI: “Hombres y mujeres católicos de México, vuestra vocación cristiana es, por su misma naturaleza, vocación al apostolado. (cf. Apostolicam actuositatem, 3) No podéis, por tanto, permanecer indiferentes ante el sufrimiento de vuestros hermanos: ante la pobreza, la corrupción, los ultrajes a la verdad y a los derechos humanos. Debéis ser sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5, 13-14). Por eso el Señor os repite hoy: “Brille así vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Ibíd., 5, 16).
“Brille también ante vosotros desde ahora Juan Diego, elevado por la Iglesia al honor de los altares, y al que podemos invocar como protector y abogado de los indígenas”.
Y tú, ¿aceptas la invitación?