Foto: Creative Commons/Flickr
Si algún edificio es testigo de la historia de París, Francia, es justamente la Catedral de Notre Dame, levantada sobre ruinas de un templo romano, y cuya primera piedra se colocó en 1163, a encargos del obispo de Sully.
A lo largo de dos siglos, incontables arquitectos, canteros y artesanos góticos y medievales se esforzaron en crear una obra de arte, un templo digno de la ciudad, y un santuario de altura dedicado precisamente a Nuestra Señora, la Virgen María.
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En la Catedral de Notre Dame fueron coronados, entre otros, Enrique VI en 1422, y Napoleón Bonaparte en 1804. Durante la Revolución, el edificio fue desacralizado y bautizado como “Templo de la razón”, y en el siglo XIX, le agregaron a su fachada algunas gárgolas y otros adornos emblemáticos.
Entre las obras de arte que merecen mención especial, está en la fachada un rosetón con cristales azules y rojos dedicado a la Virgen María, aunque hay otras vidrieras de 13 metros de altura que imprimen un ambiente lleno de misticismo al interior; la aguja principal se levantaba por encima de sus dos monumentales torres, y medía 90 metros de altura; fue diseñada por Viollet-le Duc.
Entre las pinturas religiosas hay obras de Charles Le Brun y de Le Sueur, y fueron ofrendadas por las cofradías de París entre 1630 y 1707.
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Especial mención merece la escultura de una Virgen Negra, posiblemente románica, y que inspiró la dedicatoria de este templo, así como una copia de la Virgen de Guadalupe, colocada en una de las capillas laterales, y que fue obsequiada a Francia por nuestro país.
La Catedral de Notre Dame inspiró a Víctor Hugo su novela: Nuestra Señora de París, publicada en 1831, en la que aparece un personaje cuya historia ha sido llevada al cine y a los dibujos animados: Cuasimodo, un jorobado sordo que toca sus campanas, entre ellas, la famosa Emmanuel, a la que se asciende a través de 387 escalones.
El incendio de esta catedral conlleva una lamentable pérdida a la historia y al arte universal.
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