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¿Cuál es la diferencia entre un beato y un santo?

La diferencia entre beato y santo radica, principalmente, en el estatus que tienen en la Iglesia y la forma en la que se les rinde culto a cada uno.

28 mayo, 2024
¿Cuál es la diferencia entre un beato y un santo?
Los términos beato y santo los utiliza la Iglesia para definir a las personas que llevaron una vida ejemplar de fe, sin embargo dichos conceptos no son sinónimos. Foto Especial.

En la Iglesia católica se utilizan los términos beato y santo para definir a las personas que han llevado una vida ejemplar de fe; sin embargo ambos conceptos no son sinónimos, ya que para alcanzar cada una de esas definiciones se deben cumplir diferentes etapas en el proceso de canonización.

De la misma manera, existen diferencias relevantes entre un beato y un santo, así como en la manera en la que se les venera y las formas en la que se recomienda a los fieles para que los veneren, las cuales te explicamos a continuación.

¿Cuál es la diferencia entre un beato y un santo?

Un beato es una persona que falleció y la Iglesia Católica la declaró “bienaventurada”, acto que representa un paso previo a alcanzar la canonización. Así, para que alguien sea beatificado, se requiere la verificación de un milagro atribuido a su intercesión, a menos que sea un mártir, en cuyo caso el milagro no es necesario.

Un santo, en cambio, es una persona que fue canonizada, es decir, que la Iglesia la reconoció oficialmente como un modelo de virtud cristiana que está en el cielo y se le puede venerar públicamente por toda la Iglesia. Para concretarse la canonización generalmente se requiere la confirmación de un segundo milagro atribuido a la intercesión del beato.

Te recomendamos: Estos son los 4 pasos de la Iglesia para proclamar santo a una persona

¿Dónde se venera a un beato y a un santo?

De acuerdo con lo establecido por la Iglesia Católica, los beatos pueden ser venerados públicamente, pero generalmente esta veneración está limitada a ciertas regiones, diócesis o comunidades específicas. De la misma manera se pueden organizar misas en su honor, pero estas suelen realizarse en los lugares donde vivió o tuvo un impacto significativo el beato.

Por lo que se refiere a los santos, pueden ser venerados universalmente en toda la Iglesia católica, incluso algunas iglesias y capillas pueden llevar su nombre, además de que su fiesta la pueden celebrar todos los católicos. Normalmente los santos son invocados como intercesores y modelos de vida cristiana para todos los fieles.

¿Cómo los deben venerar los fieles?

La veneración a un beato se debe realizar con un enfoque local o específico, es decir, los fieles pueden rezarle a un beato pidiendo su intercesión, especialmente en los contextos y lugares donde su vida y obra han tenido una mayor influencia. Así, es común que los fieles visiten la tumba o lugares asociados con el santo para pedirle su intercesión ante Dios o favores o expresarle devoción.

Por lo que toca a la veneración a un santo, esta es más universal, por lo que los fieles pueden pedir su intercesión en cualquier parte del mundo y honrarlos mediante oraciones, misas y celebraciones litúrgicas en su nombre. De la misma manera, se pueden realizar actos de caridad y virtudes inspiradas en la vida del santo como parte de su veneración.

Así, la diferencia principal entre un beato y un santo radica, sobre todo, en el estatus que tienen dentro de la Iglesia católica y el alcance de su veneración, ya que mientras el beato se venera localmente, el santo lo es universalmente, pero siempre en ambos casos con un respeto profundo y siguiendo las tradiciones y enseñanzas de la Iglesia.

Cabe destacar que los procedimientos para que la Iglesia declare a una persona como beato o santo están estipulados en la Constitución Apostólica Divinus perfectionis Magister del 23 de enero de 1983, referente a las Causas de los Santos, y está contemplada en el Código de Derecho Canónico, en su Apéndice III.

Nota: este artículo ha sido actualizado para incluir información más reciente el 27-08-2024



Autor

Estudió Periodismo y Comunicación Colectiva en la UNAM. Con 30 años de experiencia en periodismo, se ha especializado en la cobertura religiosa, trabajando en Televisa S.A. y Televisión Azteca. En 1997, recibió el Premio Nacional de Periodismo del Club de Periodistas de México. Ha realizado reportajes en cuatro continentes, incluyendo coberturas significativas como el Jubileo del año 2000 en Roma, los funerales de Juan Pablo II, el viaje de Juan Pablo II a Tierra Santa y el Encuentro Mundial de la Juventud en Sydney. Fue Jefe de Prensa durante el VI Encuentro Mundial de las Familias en México. Además, ha colaborado en publicaciones como Época, Última Moda e Impacto, donde mantiene columnas sobre cultura religiosa. Ha escrito varios libros, entre ellos "El Agua del destino" y "Popocatépetl: Mito, ciencia y cultura". También es comentarista en programas de radio.