¿Cómo debe ser el comportamiento durante la Misa? 25 consejos para honrar la celebración
¿Sabes cómo comportarte realmente durante la Misa? Estos 25 consejos te ayudarán a vivirla con devoción, respeto y alegría.
La Misa es el acto central de la vida cristiana. A través de sus diferentes momentos, los fieles entran en diálogo con Dios, escuchan Su Palabra, le presentan sus necesidades y lo reciben en la Eucaristía. Pero, ¿sabemos realmente cómo participar en ella y cómo debemos comportarnos? Estas son algunas “reglas” para participar con piedad y dignidad, que nos ayudan a vivir y participar de la Santa Misa con un corazón dispuesto y con actitudes adecuadas.
Ritos Iniciales: Entramos con el corazón dispuesto
Aquí comienza el encuentro. Después del saludo inicial, el sacerdote nos invita a disponernos a participar activamente, reconociendo con humildad nuestros pecados. Inclinamos la cabeza, pedimos perdón y nos abrimos a la misericordia de Dios.
- Llegar a tiempo: Evita llegar tarde. Es una forma concreta de expresar el valor que se da a este encuentro con Dios y con los hermanos de la comunidad, quien siempre espera con amor y desea comunicarse con cada uno de nosotros.
- Vestir decorosamente: La vestimenta debe ser digna y modesta. Evitar, en la medida de lo posible, prendas provocativas o distractoras, como escotes pronunciados, minifaldas, shorts o mallas. Lo exterior es el reflejo del interior.
- Saludar al Señor al entrar: Al entrar a la iglesia, muchos fieles acostumbran persignarse y hacer una breve oración en silencio, como gesto de saludo al Señor presente en el Sagrario.
- Hacer reverencia o genuflexión con devoción: Se considera oportuno hacer una reverencia si se pasa frente al altar, o una genuflexión si se atraviesa ante el Sagrario, pues en ambos espacios litúrgicos se reconoce la presencia real de Cristo.
- Apagar o silenciar el celular: Evita cualquier distracción digital. Esta es una cita con Dios: dale tu atención total.
- Evitar cruzar las piernas: Esta postura puede interpretarse como descuidada o poco reverente. Que tu cuerpo exprese también tu actitud de adoración y respeto.
- Acompañar y formar a tus hijos: Enséñales desde pequeños a disfrutar de la casa de Dios y a comportarse con reverencia y alegría.
- No comer ni masticar chicle: Durante la Misa sólo se permite ingerir agua, y sólo por motivos de salud. Mascar chicle o comer distrae y resta solemnidad al momento. (Por favor, no pegarlo debajo de las bancas)
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Liturgia de la Palabra: Escuchar y responder
Dios nos habla a través de las lecturas, textos de la Sagrada Escritura. Nosotros le respondemos con el Salmo, el Aleluya, el Credo y la oración de los fieles. La homilía, cuando la hay, es muy importante: ahí recibimos luz para nuestra vida diaria, con la ayuda del Ministro Ordenado, para entender más y poder aplicar la Palabra de Dios a las diversas realidades de nuestro caminar. Si no entendemos lo que el Señor nos dice, que difícil será hacerlo vida!
- Fomentar la participación litúrgica en la celebración comunitaria: Las Lecturas y el Salmo deben ser proclamados por distintas personas. Si observas que una misma persona asume todo, ofrece tu ayuda.
- Leer con fidelidad y sobriedad: Cuando leas, no añadas frases como “Primera Lectura”, “Salmo responsorial” o “esta es la Palabra de Dios”. Limítate a decir: “Palabra de Dios”. (Lo que está en rojo no se lee). La respuesta a las lecturas es “te alabamos Señor”
- No recitar el Aleluya: El Aleluya es un canto. Si no se canta, puede omitirse. No lo recites por cuenta propia.
- No “persignarse” ante la proclamación del Evangelio: Haz la señal de la cruz en la frente, en los labios y en el pecho cuando el sacerdote diga: “Lectura del santo Evangelio…”, en silencio y solo responde la invitación del Ministro “Gloria a ti, Señor” al inicio; acabado el Evangelio el Ministro enuncia “Palabra del Señor”, responde “Gloria a ti, Señor Jesús”.
- En el Credo, si es dialogado, responder en singular: Cuando el sacerdote pregunta: “¿Creen en Dios…?”, responde: “Sí, creo”. La fe es personal, y así debe expresarse, los fieles sumándose forman el cuerpo, no es algo masivo, es la suma de los miembros, quienes formamos el cuerpo de la Iglesia y hacemos comunión, nos personaliza. Si el Credo es recitado por todos, busquemos” hacerlo al mismo ritmo”, a una sola voz.
Liturgia Eucarística: El corazón de la Misa
Presentamos nuestras ofrendas para el gran Banquete Eucarístico, escuchamos y participamos de la Plegaria Eucarística y nos unimos en el momento central: la Consagración: Jesús se hace presente en el Sacrificio del Altar.
- No te adelantarse al momento de levantarse: Evita ponerte de pie antes de tiempo en la presentación de los dones. Espera a que lo indique, de alguna manera, el sacerdote celebrante.
- Arrodillarse en el momento indicado: Tras el “Santo”, espera a que el sacerdote imponga las manos sobre las ofrendas del pan y del vino para arrodillarte con todos. Este es el inicio de la Consagración.
- Permanece de pie si no puedes arrodillarte: Durante la Consagración, no te sientes. Si tienes dificultad para arrodillarte, permanece de pie con respeto.
- Guardar silencio durante la Consagración y contempla el misterio de amor : Evita decir frases en voz alta como “Señor mío y Dios mío”, ya que puede distraer a otros.
- No recitar las partes del sacerdote: La doxología “Por Cristo, con Él y en Él…” es propia del celebrante. Escúchala con atención, pero no la recites, únete al acabar diciendo “Amén”.
Comunión: preparación, recepción y recogimiento
Recibir la Comunión es el momento de recibir lo sagrado, el alimento para la vida; Cristo, el cordero inmolado, pan de vida eterna, “nos divinizamos con Él”. Se necesita preparación interior y un corazón limpio. Si no se puede comulgar sacramentalmente, siempre se puede hacer una Comunión espiritual. No podemos recibir la comunión si estamos en pecado mortal.
- Dar la paz con discreción: Limita el saludo de paz a quienes están a tu lado. No camines por el templo para saludar o dar el pésame.
- Comulgar sólo si se está preparado: La Comunión exige preparación: ayuno eucarístico de al menos una hora y ausencia de pecado grave. Si no puedes comulgar, haz una Comunión espiritual.
- Respetar a todos los ministros de la Comunión: No te formes exclusivamente en la fila del sacerdote. Cristo está presente en la Eucaristía, sin importar quién la distribuya.
- Hablar con el Señor después de comulgar: Evita conversar con otros tras recibir la Sagrada Comunión. Es un momento íntimo para hablar con Jesús, presente en ti.
- Estar en silencio después de la Comunión: El canto debe concluir con la última persona que comulga. Luego, se debe guardar silencio para orar interiormente.
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Rito de conclusión: Salimos a vivir lo que celebramos
Con la bendición final, se nos envía al mundo a vivir la fe, a compartir lo recibido y a ser testigos del amor de Dios en cada espacio de la vida cotidiana.
- No te vayas antes de la bendición: Déjate enviar al mundo con un propósito nuevo, inspirado por Dios.
- Sal diferente a como llegaste: Más lleno de Cristo, con propósito y alegría.
La participación consciente y activa en la liturgia es como una gran sinfonía: cada persona, como un músico con su instrumento, aporta lo suyo. Cuando todos se integran con armonía, la comunidad entera entra en comunión y la celebración “suena” plenamente.
Estas sugerencias para asistir a Misa fueron sugeridas por el P. Salvador Barba, Liturgista de la Arquidiócesis de México y tomadas del libro Ir a Misa ¿para qué? Guía práctica para disfrutar la Misa, de Alejandra Ma. Sosa E.