¿Por qué sentimos miedo al confesarnos? Los mejores consejos de un sacerdote para superarlo
Muchos de nosotros, en más de una ocasión hemos sentido miedo a la confesión, quizá por la vergüenza de los pecados que hemos cometido.
¿Alguna vez has sentido miedo o temor por confesarle tus pecados a un sacerdote? No eres el único; de hecho, esta es una de las principales razones por las que las personas no se acercan al Sacramento de la Confesión.
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De hecho, el Catecismo de la Iglesia Católica nos explica que, mediante la Confesión, “el hombre se enfrenta a los pecados de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro”.
No obstante, agrega que incluso desde un punto de vista simplemente humano, confesar los pecados nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás.
El padre Óscar Arnulfo Palma, rector de la Iglesia de Cristo Rey de la Arquidiócesis Primada de México, señaló que la confesión debe ser vista como un encuentro de amor, liberador y sanador.
“Cuando nosotros nos liberamos del pecado, cuando nos confesamos, experimentamos esa libertad que viene desde el corazón y el amor de Dios que sana las heridas de los pecados”.
Aunque el miedo es natural, el padre Palma nos explica que es es importante mirar la Confesión como la apertura a ser liberados y sanados por el amor de Dios.
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“Y poder así experimentar la alegría de su perdón y poder así vivir en comunión con Dios y con la Iglesia”.
“Por eso, cuando nos acerquemos con esa confianza de saber que lo único que vamos a recibir es amor, perdón, libertad y la alegría de sabernos sanados por el amor misericordioso de Dios”, finalizó.
Además de tener una mirada distinta sobre el Sacramento de la Reconciliación, es importante que recuerdes los efectos espirituales de este Sacramento, que nos enseña la Iglesia:
- La reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia.
- La reconciliación con la Iglesia.
- La remisión de la pena eterna contraída por los pecados mortales.
- La remisión, al menos en parte, de las penas temporales, consecuencia del pecado.
- La paz y la serenidad de la conciencia, y el consuelo espiritual.
- La acrecentamiento de las fuerzas espirituales para el combate cristiano.
Ahora ya lo sabes, recuerda que más allá de concentrarte en la confesión de los pecados al sacerdote -un requisito ineludible- pon atención en todas las gracias de participar del Sacramento de la Confesión.