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4 pretextos comunes para no confesarse (y cómo responder)

Los pretextos nunca faltan y por ello es común escuchar de algunas personas una serie de argumentos que vale la pena revisar y responder.

25 septiembre, 2019
4 pretextos comunes para no confesarse (y cómo responder)
El Papa Francisco confesando. Foto: Vatican Media

El Sacramento de la Reconciliación es un hermoso regalo de Dios que no debemos perdernos. Sin embargo, muchas veces  afloran los pretextos para no confesarse y es común escuchar de algunas personas una serie de argumentos que vale la pena revisar y responder:

1. No tengo pecados

Cuando alguien afirma esto, y no es la Virgen María, cabría preguntarle qué entiende por ‘pecado’; quizá cree que pecar es hacer algo gordo como matar a alguien o robar un banco, pero no sólo es así. Pecar es decirle ‘no’ a Dios, a lo único que te pide que es amar.

Jesús nos dejó sólo un mandamiento: Ámense los unos a los otros como yo los he amado (Jn 15, 12) y advirtió también que el pecado no sólo abarca las obras, sino las intenciones del corazón (ver Mt 5, 21-28), así que, cada vez que piensas pestes de alguien, deseas su mal, envidias, juzgas, albergas rencor, estás pecando.

También se peca de palabra: por ejemplo cuando mientes, criticas, difamas a otros; de obra: cuando haces algo por rencor, ira, egoísmo o para dañar;  y de omisión: cuando no haces un bien que podrías haber hecho. ¿Te das cuenta? ¡Es facilísimo pecar!, ¿quién no ha dicho una mentira?, ¿quién no ha sentido rencor? Dice San Juan: “Si decimos: ‘No tenemos pecado’, nos engañamos” (1Jn 1,8).

 

2. ¿Por qué decirle mis pecados a otro pecador?

Por dos razones. La primera, porque a quien le dices tus pecados es a Dios. El sacerdote es sólo un mediador para que tú puedas recibir el perdón de Dios, y la efectividad de este Sacramento no depende de la santidad del sacerdote.

La segunda, porque fue Jesucristo el que instituyó el Sacramento de la Reconciliación, cuando les dio a Sus apóstoles el poder de perdonar pecados en Su nombre (ver Jn 20,22-23; Mt 16,19 y 2Cor 5,18) y para que pudieran perdonarlos ¡tenían que oírlos! y obviamente delegar este poder a sus sucesores a través de los siglos. Jesús instituyó este Sacramento para tu bien.

3. Tuve una mala experiencia y ya no quiero volverme a confesar

¿Nunca has tenido un incidente desagradable durante la comida? Y no por eso has dejado de comer. Es cierto que no todos los sacerdotes tienen el carisma de ser buenos confesores, pero afortunadamente son muchos los que tienen la paciencia, sabiduría y tacto que se requieren.

No dejes que una mala experiencia te prive de disfrutar un Sacramento en verdad consolador. Pídele a algunos católicos que conozcas que te recomienden a un sacerdote que sepan que es buen confesor, ve con él y verás la diferencia. ¡Date una oportunidad!

4. No necesito confesarme; le pido perdón a Dios en mi interior y basta

El Sacramento de la Reconciliación te da muchas cosas que no puedes obtener por ti mismo:

A) Decir lo que hiciste. No es lo mismo pensar que hiciste mal y olvidarlo, que decírselo a alguien. Eso te hace reconocerlo, asumirlo y buscar cambiar (Como cuando en las juntas de Alcohólicos Anónimos alguien se levanta y dice su nombre y reconoce que es alcohólico: comienza su sanación).

B) Desahogarte. Hay cosas que has hecho que no puedes contarle a nadie. Es un alivio poderlas decir al sacerdote y saber que él no las dirá a nadie, bajo pena de excomunión.

C) Recibir consejo. Por su gracia sacerdotal, experiencia y todo lo que ha oído, un buen confesor te ilumina, te da ideas para superar tu pecado que a ti no se te hubieran ocurrido.

D) Recibir el perdón de Dios. ¡Es maravilloso que Dios condescienda a permitir que un hombre perdone lo que le hacemos a Él! Escuchar las palabras de la absolución y recibir la bendición es sentir de manera palpable que el Señor nos perdona.

E) Recibir una gracia especial para superar tu pecado. El Señor derrama sobre ti toda Su gracia y Su ternura y te da una fuerza especial para que no caigas de nuevo en aquello que te hizo caer.

¡Es algo extraordinario que te pierdes si no te confiesas!



Autor

La redacción de Desde la fe está compuesta por sacerdotes y periodistas laicos especializados en diferentes materias como Filosofía, Teología, Espiritualidad, Derecho Canónico, Sagradas Escrituras, Historia de la Iglesia, Religiosidad Popular, Eclesiología, Humanidades, Pastoral y muchas otras. Desde hace 25 años, sacerdotes y laicos han trabajado de la mano en esta redacción para ofrecer los mejores contenidos a sus lectores.